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Chus Neira

No hay camino

Oviedo acumula siglos de retraso en la explotación de un recurso turístico de primer orden

No sé qué fue del que inventó la pólvora, pero el de la dinamita se encargó a conciencia de que su nombre perdurara. A Alfonso II hoy puede que le hubieran dado un Nobel o, al menos, un “Princesa de Asturias” de la Concordia por haberse inventado la jugada del camino de Santiago, quizá una de las operaciones de márketing político más potentes de la historia de España. Hoy, sin embargo, el monarca se revolvería en su tumba de enterarse que la ruta que ideó la explota cualquiera, de Francia a Galicia, más y mejor que sus propios paisanos, y que San Salvador de Oviedo, el punto de partida de aquel itinerario, ha quedado, si no borrado, sí muy superado por muchos otro templos y recorridos. Admitámoslo, lo que llaman Camino Primitivo es algo, efectivamente, antiguo, anterior, caduco, anclado en el siglo XIII, cuando todavía el desvío desde León para ver el Arca Santa era hasta casi obligatorio. Exagero a sabiendas para que se me entienda pero hemos logrado ir buscando hueco en la competición de caminos situándonos un poco en la categoría de peregrinos frikis. Si ya te has hecho todas las rutas, pues vas haces la primitiva, un poco en plan nostalgia milenaria y ganas de sufrir un poco.

Las palabras no son inocentes, y hasta el nombre parece, aquí, mal buscado. Podían haber dicho que era el camino original, el primer camino, el camino auténtico. Pero no el primitivo, como si esta fuera la peregrinación troglodítica, por más que tenga algo de edad de las cavernas.

Nadie duda de que el Camino que sale de Oviedo, recorre media Asturias y Galicia y llega a Santiago es guapo a retorcer, y por eso llama más la atención la diferente densidad de peregrinación, recursos y presencia en torno a todo el meollo xacobeo. Creo que incluso aquí, en Asturias, ha habido momentos en que se han promocionado más otros itinerarios que el que está en el origen del tinglado.

Claro que el caminante sabe, con el poeta, que no hay camino, que se hace al andar. Y Oviedo lleva con en el xacobeo demasiado tiempo sentada esperando ver a pasar el cadáver de no se sabe qué enemigo. Hace falta creérselo. Cómo es posible, por ejemplo, que en la ciudad en la que se inventó la peregrinación no exista, hasta donde yo sé, ninguna tienda de esas que florecen por tierras de Castilla y más allá ofreciendo al peregrino todo tipo de complementos. Aquí, en Oviedo, al peregrino no se le contempla como un elemento del paisanaje local. Ya sea porque no vienen lo suficiente, porque no nos fijamos en ellos o porque tampoco los hemos tenido muy en cuenta. Para hacer el camino no vale, y perdón por estar precisamente cayendo en el mismo error, lamentarse de todo lo que se podría rentabilizar ser la ruta original a Santiago. Llorar por todo lo que la ciudad representó durante siglos en las peregrinaciones en Europa. No, hay que ponerse en marcha. Algunos ovetenses lo hicieron y lo hacen y a ellos se debe que todavía no nos hayan borrado del todo del mapa. La historia, no obstante, nos enseña que la recuperación de estas rutas es relativamente reciente, comparada con su génesis y posterior desarrollo. Quiero decir que estamos a tiempo de recuperar algunas posiciones. Pero hay que moverse. Planear acciones y programaciones a muy largo plazo y con constancia. No acordarnos solo de la ruta cuando hay año santo y cosines mantecoses de las administraciones. Las rutas, de peregrinaje o no, son comunicación en estado puro por donde viajan ideas y dinero con ayuda o sin ayuda. Solo hace falta trabajarlo con la constancia del primer peregrino, como si no hubiera Santiago. Siempre adelante.

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