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Chus Neira

Cuentos de la buena pipa

Hasta las historias de nunca acabar resultan más livianas que un Pleno de ocho horas y treinta y cuatro minutos en el que la Administración debatiente o bien es incompetente en los asuntos debatidos (la mayoría) o bien interpreta un intercambio dialéctico como quien ejecuta una coreografía aprendida en casa. Todos saben cuál va a ser el resultado.

El Pleno es el lugar donde toman las decisiones los ciudadanos, vale, pero cualquiera que no milite en un partido, la ciudadanía lega en oficios de política municipal, lo haría mejor y más rápido. Si resultaba frustrante escuchar el debate sobre Palestina hace dos años en el salón de Oviedo, ayer sucedía lo mismo con el Sahara, por mucho que uno se solidarice con la causa. Pero ese afán de la izquierda es el mismo que llevó al PP a indignarse con la reforma de la ley de Educación, aprobar un brindis al sol y alentar un debate entre los concejales ovetenses de todo signo, que son expertos en el argumentario político que les viene de Madrid sobre el asunto, pero no, me temo, en el análisis profundo del texto legal y sus implicaciones pedagógicas. Utilizar los plenos como mecanismo de agitación y propaganda para presionar al Principado en las políticas del covid también está de más cuando la matraca ya viene sonando a diario y lo que aprueben en nada va a cambiar la vida a nadie. Se recomienda a los señores concejales que piensen un poco en el daño que estos abusos hacen a la institución y relean a Machado: “¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”.

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