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Crítica / Música

Aire fresco: bailemos y seamos felices

La OSPA culmina su primer trimestre de la temporada a gran nivel con un novedoso y convincente concierto de Navidad

Una de las citas musicales ovetenses más populares siempre ha sido el concierto de Navidad de la OSPA, con el tradicional “Mesías” a cargo de la Sinfónica asturiana y el coro de la Fundación Princesa de Asturias, sumido todavía en su profundo y forzoso letargo. En esta ocasión se optó por la programación de una velada musical variada y atractiva con piezas de Bizet, Humperdinck y Chaikovski, si bien alguna un poco más desconocida por el público general, todas ellas ideales para estas festividades navideñas. Veremos si este novedoso formato, que ha aportado un aire fresco a la programación y ha contado con el respaldo del público, ha venido para quedarse.

“Jeux d’enfants” es una obra poliédrica por la multiplicidad de formas que aglutinan los números que la componen. Cambios de tempo y cierta complejidad rítmica en los movimientos más rápidos que no llegaron a inquietar a la orquesta, y otros pasajes más lentos, donde la agrupación hizo gala de una sonoridad compacta y un color distinguido.

Dos piezas pudieron escucharse del clásico navideño centroeuropeo “Hänsel y Gretel”: la obertura y la primera escena. En la escena, la orquesta arropó con acierto a las dos solistas de la noche, que mostraron una complicidad notable. La mezzo Clara Mouriz cuenta con una voz no demasiado pesante, pero con cuerpo, y una nada desdeñable facilidad para los agudos. Por su parte, la soprano española María Espada interpretó un papel que favorece la carnosidad de su voz y su timbre pulido y trabajado.

El concierto se cerró con el “Cascanueces” de Chaikovski, una de las obras más icónicas de la Navidad, rica por su orquestación y por la vitalidad que propician instrumentos como el arpa o la celesta. Destacaron “La danza del hada del azúcar”, donde el director ovetense, muy exhaustivo y solvente en todo momento, cuidó delicadamente el volumen, optando por un piano generalizado que potenció más el carácter mágico y fantasioso de esta pieza. González, que parecía flotar sobre el pódium, logró una ejecución de “El vals de las flores” muy matizada y efectista.

El concierto del viernes hizo olvidar a los asistentes las difíciles circunstancias que atravesamos. Cualquier atisbo de tristeza se diluyó ante las alegres sonoridades navideñas y el mensaje alegre y despreocupado que nos dejaban los protagonistas del cuento de los hermanos Grimm en boca de Mouriz y Espada: “¡Bailemos y seamos felices!”.

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