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José Ramón Castañón, Pochi

ACM: Arma de Construcción Masiva

El poder que la educación concede a las personas

Habituados a las siglas, quiero presentar mi propuesta como educador por los cuatro costados: ACM o, lo que es lo mismo, Arma de Construcción Masiva. En nuestras manos está el arma más eficaz frente a los embates de la vida, y que conduce al ser humano a las más elevadas metas de construcción personal y social: la Educación. Alguno pensará que la relación es forzada. Soñar no es cosa de ingenuos, sino de inteligentes. Soñar es protagonizar el mañana. ¿Por qué todo esto? Porque asistimos abochornados en estas semanas al espectáculo de una ministra que ha soflamado con gritos su arma de destrucción masiva, la educación como instrumento arrojadizo, como pieza ideológica, una ley que en vez de construir deconstruye, pues ya el sentido empistemológico de su título lo define todo, una ley que no viene a traer nada nuevo, sino que modifica lo que no nos gusta o no nos encaja, borrar de un plumazo cualquier rastro de derechazos. Deconstruye por su falacia central, bajo el discurso del consenso y el pacto social, de la recriminación a los que no aplauden, construyen una propuesta unilateral, ideológica, fascista, que rompe con la esencia de cualquier diálogo o encuentro contractual de positivación de un instrumento que se supone arma fundamental de construcción de ciudadanos para la convivencia y el respeto dialogado.

Deconstruye por su alarde obsceno de falta de tolerancia y de sentido de Estado, pues desmantela de manera unilateral, desprecia como rechazable y socialmente reprobable, principios básicos que nos hemos dado para una convivencia justa y equitativa, como son las libertades básicas, ya sean de ciudadanos individuales, de modelos educativos, o de opciones de credo. Deconstruye porque destroza el principio básico de lo que significa educar, como compromiso exigente de personalización y socialización, que no es ideologizar, sino que cada niño-a sea sujeto responsable de su propio crecimiento, asuma su compromiso y esfuerzo por hacerse capaz y a la altura de las exigencias de la sociedad en la que ha de vivir. La inteligencia, forma del esfuerzo, es el origen de lo que somos, pero parece que algunos lo han olvidado.

Si buceamos en la etimología de la palabra nos encontramos con los términos educere y educare, “extraer de dentro hacia fuera”, la educación no es más que un instrumento de desarrollo de las potencialidades del sujeto basado en la capacidad que tiene para desarrollarse como sujeto individual y único. Podemos hablar también de “criar”, “alimentar”, las influencias educativas o acciones que desde el exterior se llevan a cabo para formar individuo completo, sin olvidar la función adaptativa que pretende la inserción de los sujetos en la sociedad mediante la transmisión de determinados contenidos culturales; es decir, la socialización.

¿A quién corresponde esta complicada y necesaria tarea de presente y futuro, de construcción masiva? Sabemos a quiénes, porque aquí no hay secretos: a la familia en primera instancia, y al Estado como garante de derechos fundamentales. Ambos son fundamentales y ambos se fusionan en el momento en que la educación se hace reglada, sin perder nunca la perspectiva de que la prioridad corresponde a la familia, pues los hijos no son propiedad de ningún Estado, por muy social-comunista que se soflame. Pero, ¿están ambos estamentos habilitados, a la altura fáctica y ética para educar? Dejo que seas tú el que pienses y respondas.

Nadie dijo que educar a un niño-a y ayudarle a ser persona fuera tarea fácil. Presentarles desafíos, posponer la satisfacción de deseos, rodearles de personas y hechos significativos, vivenciar la frustración, enraizarles en la cultura del esfuerzo y la renuncia, atravesar su estructura de pensamiento con la masa madre de la libertad, el respeto al otro, la tolerancia ¡Qué curioso! Las mismas pautas que los ciudadanos deberíamos dar a los gobernantes antes de que se conviertan en nuevos ricos malcriados.

Qué lástima que hayamos decidido, o que algunos de manera unilateral hayan decidido, que la educación sea un arma de destrucción masiva.

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