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José Ramón Castañón, Pochi

Levantemos un Ara Sanchis

La victorias, botines y conquistas del Gobierno, como las del primer emperador romano

Paseando por mi amada Roma es fácil tropezarse con el Ara Pacis, monumento marmóreo que canta las gestas del primer emperador del Imperio, sus victorias, conquistas y botines. Tras la comparecencia de nuestro amado líder comienzo a imaginar otro altar a orillas del Gafo, no muy distinto al ubicado a orillas del Tíber.

El altar del siglo XXI, que próximamente podría erigirse en nuestra ciudad, surgirá de la benevolencia de nuestro amado líder, con sus hazañas y proezas.

En el diseño del futuro espacio cuadrangular, las cuatro caras exteriores estarán embellecidas por relieves de los protagonistas: procesión de los 23 miembros del primer Gobierno de coalición de la democracia española con sus vicepresidencias, al módico precio de 1,3 millones. Cantidades a abonar para que todo en la “camisa blanca de mi esperanza” vaya sobre ruedas ¿o acaso no lo notan?.

Empecemos por los aguerridos podemitas llegados de rebote al dominio por capricho del destino y de la humorada del emperador. Su líder, el promiscuo delegado de clase que vive en una perpetua asamblea universitaria, el orador sin escrúpulos que juega con las palabras y escapa de su fotografía en las residencias de mayores, el mismo con el que bullen las hemerotecas,… ese pequeñín sin el bigote de cepillo de dientes de antaño, en el que los fanáticos, ¡cuidado! no fascistas, ponen sus ilusiones. A su derecha, su amada esposa, ménade en la abundancia. El poder no entiende de moralidades entre parientes, así que la feminista desubicada del adjetivo, aparecerá con su cartera regalada. ¡Qué de carteles vamos a imprimir con el engrose de 451 millones!

Por detrás del cabecilla asomarán, en difuso perfil, una alargada fila de ministrillos, voceros y mindundis que utiliza para zafarse y escudarse de sus chaladuras y delirios. Y la comitiva continúa entre rosas. La ministra educadora con su ley servil y enloquecida bajo el brazo; la portavoz de claros discursos.

A la cabeza del cortejo en alegre comparsa, nuestro amado líder, envuelto en etéreas vestiduras ladeará la cabeza transfigurado en radiante divinidad. Familiares y amigos de los insignes también podrían tener su realce. Así la emperatriz consorte podría arrastrar su cátedra extraordinaria en manto de tul, o su amigo de la infancia, el mismo que partió en dos una dirección general.

Y por qué no poner los hijos de una gran lustrosa parte del Ejecutivo que fue formado en aulas privadas y concertadas y que cumplen la tradición con sus retoños. Los demás hijos de vecino, que se jodan.

La comitiva sonríe sobre inscripciones en lenguas varias o el sursum corda. Nada de lengua española, latín o griego. Las sensibilidades hay que cuidarlas, no así la imbecilidad.

Para finalizar y dejar bien rematada la obra de ingeniería, estoy pensando qué frisos o zócalos pueden recoger alegorías sobre el terrorismo informativo y los equipos de expertos que nos han amenizado en tantas jornadas, ya sea bajo auspicios sanitarios o como evaluadores imparciales de la autoridad. Bien pensado ambos merecen una escultura aparte.

Recuerden que estamos levantando un altar sobre la que se hacían ofrendas y sacrificios, así que lógicamente debemos decorar ese interior y ¿quién mejor que la propia plebe, borregos hacinados, votantes o no, gozadores de esta legislatura? Al fin y al cabo ¿no somos los animales a sacrificar?

Alguno ya me estará poniendo a caldo por mis olvidos u omisiones. ¡Ya habrá tiempo! Y cuando el Ara Sanchis brille al fin asentado en la tierra, alzaremos los ojos al cielo, los pondremos en blanco y daremos gracias a los dioses por la gracia (o las gracias) de nuestro amado y eficiente Gobierno.

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