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Manuel Herrero Montoto

Necrológica

Manuel Herrero Montoto

La vida pierde sin Luis Arias Argüelles-Meres

Despedida al escritor fallecido de parte de un amigo y compañero de tertulias

Querido Luis. Espero que al recibo de estas cuatro letras te encuentres disfrutando en el eterno salón reservado a los hombres y mujeres que pasaron por esta vida con la honestidad y el buen hacer por bandera, bueno, además de la republicana. Yo, por aquí, sigo en este mundo donde no pasa nada del otro mundo.

Nunca pensé que tantos despropósitos y sobresaltos llegasen a formar parte de la rutina y a aburrir. Bueno, qué te voy a contar, si cogiste el ultimo tren hace unos días. Lo único, y es noticia reseñable y de portada, es que hombres como tú, tan imprescindibles, por mor de un destino antojadizo, abandonáis el barco en contra de todas las voluntades, y sin vosotros, las vías de agua se multiplican por doquier. Te soy sincero, sentí la de dios tu muerte, el buen amigo que se va, pero más lo sentí por tus discípulos disciplinados que cada mañana abrían el periódico e iban derechos a tu artículo. Tu pluma nos ofrecía la proteína de la mañana y con ella tirábamos el día, rumiando el debate interno y externo a que tus palabras nos obligaba. Salíamos reforzados con la lectura del “artículo nuestro de cada día”. Honestamente reforzados, gracias a tu mesura en la palabra, breve y rotunda que te dice el amigo Paco Álvarez, tu claridad en la exposición de ideales, y la justicia que administrabas en tus juicios (no pido excusas por la redundancia).

Amigo Luis, cómo me gustaría escribirte con tu misma pluma, ser tú para escribir sobre ti, sería un plagio honrado, me quedo con las ganas de suplantarte en esta ocasión. He leído todos los obituarios, no me gusta la palabra, cambiémosla por reseñas y reportajes, sobre tu prematura partida. Sabía que eras persona muy querida, los testimonios en los medios y en las redes lo confirman. Subscribo todo lo que de ti dijeron.

Y no te dejo sin mencionar un recuerdo: ¡la tertulia del café Reggio! Arreglamos a golpe de café, chupito y Ducados un país que no tiene arreglo, pero lo arreglamos a nuestra manera. ¡Ay, si nos hubieran hecho caso! Bueno, seguiría el país desarreglado, pero muchos de sus dirigentes lo harían sin caras, se les habrían caído de vergüenza.

En fin, hora de decirnos hasta luego, nunca sabe uno cuándo el Jefe nos llamará a filas. Hasta que nos veamos me quedo con tu recuerdo, tus libros y tus artículos. Se dicen muchas tonterías cuando uno se va, por ejemplo, lo de que la vida sigue, claro que sigue, pero sin buenos amigos, la vida pierde enteros.

Ahora sí, adiós, Luis. Y a ti, Mari Fe, te mando el mayor de los abrazos y comparto la pena, sin embargo, piensa que mucho de Luis se ha quedado viviendo entre nosotros.

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