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La columna del lector

Eva, el corazón del albergue de animales

Los ideales mueven el mundo. Pero, por sí solos, los ideales no logran nada. Son vacíos, distantes, extraños... Necesitan ser representados por personas para que su existencia cobre sentido. Esa persona les pone cara, les pone voz y les pone sentimiento. Y a través del propio ejemplo de vida los ideales llegan al corazón de muchísima más gente.

Y eso es lo que nos han quitado de un plumazo en el albergue de animales de Oviedo, con el despido de Eva Rodríguez Sánchez. No es solo el despido de una trabajadora, de una persona. Es el despido de un modelo, de un ideal. Un ideal de bienestar animal. Un ideal que logró transformar una perrera donde el sacrificio estaba a la orden del día y en el que se encontraban 600 animales enjaulados en pésimas condiciones en un albergue de animales que era el orgullo de Oviedo. Un albergue en el que a cada una de las vidas de los animales que pasaban por allí se les daba la importancia que merecían y necesitaban.

Lo que ha hecho Eva no ha cambiado el mundo. Pero ha cambiado muchos “pequeños mundos”. Ha cerrado centenares de heridas. Sobre todo las psicológicas, que son las más difíciles de cerrar. Como las de “Darío”, un gato casero y ya bastante mayor que, por crueldades de la vida, acabó en el albergue de Oviedo. Estaba bloqueado, escondido dentro del arenero sin salir de ahí ni reaccionar a ningún estímulo. Ni siquiera para comer, literalmente se estaba dejando morir de la pena. Un día, una voluntaria llegó al albergue y vio a Eva tirada en el suelo a su lado, contándole a “Darío” lo rica que estaba su tortilla de patata. Intentaba que comiese algo, aunque fuese una pequeña miga. Horas, horas y más horas así, luchando por él. Pasaron varios días hasta que al final “Darío” salió de ese bloqueo en el que se encontraba. La cara de felicidad de Eva cuando lo vio comer por primera vez no se puede describir con palabras.

Para Eva, el albergue de Oviedo es más que un trabajo: es su pasión, su vida. Son muchas horas dedicadas a los animales del albergue, mucho más allá de su horario de trabajo. Otra voluntaria tenía a “Duque” de acogida, un perro con cáncer ya avanzado. Un día Eva le envío una nota de voz a su acogida a las once de la noche preguntando por él y de fondo se oían los ladridos de los perros del albergue. Por desgracia, “Duque” no sobrevivió al cáncer y al poco de estar de acogida tuvo que ser eutanasiado. Y allí estaba Eva (un domingo a las diez de la noche), en la clínica veterinaria, para darle el último adiós a “Duque”. Para que se pudiese dormir tranquilo, sabiendo que tenía a su lado a la persona que tanto veló por él.

Esa es Eva, el ideal de bienestar animal personificado. Una persona que aúna una sensibilidad extraordinaria con los animales, unos conocimientos amplios sobre la materia y una dedicación total y absoluta. ¡Qué difícil es encontrar a una persona así y que, a su vez, pueda ocupar un puesto tan importante en un albergue municipal! Pues en Oviedo lo teníamos todo. Teníamos a Eva. Teníamos el modelo. Teníamos al ideal. Y queremos que vuelva todo ello.

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