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Álvaro Faes

Una mala improvisación

Los criterios a la hora de levantar las medidas restrictivas

No, no es cuestión de airear el famoso cerco a Oviedo, una tentación muy a mano para clamar por situaciones injustas. A estas alturas de la pandemia, a punto de cumplir un año desde que el cielo se abrió sobre nuestras cabezas, ya debía estar más que asumido que todo funciona mejor cuando las reglas son las mismas para todos. Cambiar las normas con el partido empezado no es de gente de fiar. Pero salir a jugarlo con el reglamento incompleto desvela una improvisación preocupante.

Cuando Oviedo abandonó los datos malos, los que marcan el cierre del perímetro y una retahíla de restricciones, resulta que la barrera no se levantó. Nadie sabía, no venía escrito en ningún sitio ni nadie lo había avanzado, que ahora hay que pasar siete días seguidos con buenos números para conseguir la libertad. Solo lo dijeron cuando en Oviedo empezó la gente a revolverse.

Seguro que hay razones científicas de peso para no salir de golpe del encierro fronterizo. No es lo que se reclama, sino transparencia. Cuando la claridad se vuelve bruma, cuando las respuestas son entrecortadas, el campo se abre a la sospecha. Nadie pide una salida a tumba abierta, pero nadie quiere tampoco las puertas cerradas porque sí, o sin que el motivo haya sido previamente explicado. Las improvisaciones y huidas hacia adelante son campo abonado para la conspiración, lo menos recomendable en estos tiempos. Alguien decía que para saber cuándo podría salir de Oviedo, miraría los datos de Gijón y que, cuando estos fuesen buenos, prepararía una mochila para salir de excursión. Seguro que no es así, que todo es más científico y está estudiado y controlado. Sería genial que, además de serlo, lo pareciera. Para evitar sospechas.

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