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Gonzalo García-Conde

Crítica / Festival de jazz

Gonzalo García-Conde

Filosofía Jazz Top

Sambeat, Cesarini, Pastor, Asensio y Martín, en el Filarmónica. | Irma Collín

Ya hace más de medio siglo que no se puede considerar el jazz como una música americana. Es un fenómeno global capaz de engullir todos los sonidos, todas las raíces y que ha germinado en todas las culturas.

En España, por ejemplo, se distinguen varias escuelas con una personalidad muy marcada y claramente diferenciada. Una línea aflamencada, camino que abrió y exploró Paco de Lucía y que es la más internacional. Una corriente atlántica, consecuencia directa de los grandes festivales del norte, muy europea, muy de conservatorio. Y una tercera vía mediterránea, con Barcelona como capital, que es la más abierta estilísticamente de todas. Pero el Mediterráneo tiene muchos kilómetros de costa en realidad.

Lo que nos queda claro después de ver al “Valencia Jazz Top 7” es que en las orillas del Turia se han dado unas condiciones idóneas para la música de vanguardia. Por un lado, la figura de Perico Sambeat, un músico con cartel internacional, cuya carrera va de Brad Mehldau a Miguel Poveda, de Tete Montoliu a Kurt Roswinkel o Bruce Barth. Por otra parte, sin duda lo más envidiable, un colectivo como SedaJazz, que es a la vez espacio creativo, sala de conciertos, punto de encuentro, sello discográfico y concepto vital.

Soy enemigo de la falsa modestia, pero aun así me impresiona que un septeto de músicos de jazz valencianos se bautice a sí mismo como la “Valencia Jazz Top 7”. Desde luego es toda una declaración de intenciones. Y sí, es cierto que la banda se apoya en la figura de Sambeat. Pero tengo la impresión de que al famoso saxo alto esto le tira de un pie. Le da más valor a ser acompañado por seis fieras con tanta o más personalidad que él mismo.

Este proyecto, que nació con vocación de all-star, respeta escrupulosamente esa filosofía “inter pares”. Siete miembros iguales. Protagonismo especial para los solos y los duelos. Siete composiciones, una por cabeza. Seis intérpretes que respetan la individualidad del séptimo cuando este decide dar rienda suelta a su explosividad.

¿Escuchamos a Perico Sambeat? Sin duda sí. Pero no fue eso todo lo que vimos. El saxo tenor de Javier Vercher desató vientos huracanados en su lado del escenario mientras la trompeta de David Pastor dejaba su marca de vigorosa elegancia. Dos monstruos. Otros dos, Asensio y Cesarini, aportaron la base rítmica. El baterista tuvo grandes momentos de protagonismo mientras que el contrabajista, que parecía aportar un perfil más bajo, dejó en el tramo final de la cita una pincelada de emotividad delicadísima. El piano de Palau da al conjunto un discurso armónico y melódico que de otra manera se echaría en falta. Lástima que no pudimos disfrutar del debut de Carlos Martín como titular de la banda por un problema dental. Se limitó a resolver con gusto y oficio entre evidentes gestos de dolor.

La formación ha tenido que lamentar la pérdida prematura de uno de sus fundadores, Toni Berenguer, fallecido el pasado septiembre (que es a quien sustituye Martín). El concierto celebrado en Oviedo este viernes suponía para ellos el regreso a los escenarios después del parón vírico y por tanto era el primero sin el trombonista original. Su espíritu y su música planearon sobre el escenario en un sentido homenaje que sus socios le dedicarán a lo largo de toda la gira. Fue muy emotivo.

En todo esto que les cuento, el público también jugamos un papel. Si intentamos trazar un paralelismo con el concierto que ofreció hace dos semanas Abe Rábade en el mismo ciclo, en el mismo espacio, y casi ante la misma gente, encontraremos actitudes popular muy distintas. La música del gallego era tan abstracta, tan íntima, que los asistentes se dejaron arrullar con un respeto reverencial. Con el “Valencia Jazz Top 7” no pudimos dejar de interrumpir con aplausos. Vitoreando y jaleando los excesos con entusiasmo be-bop.

Me decía otro espectador hace unos días que echaba de menos en este ciclo más saxo, más trompeta, porque entendía estos instrumentos como banderas dentro del género. Esa deuda quedó saldada el viernes. Con la bravura de Vercher, Sambeat y Pastor salimos todos con los pelos hacia atrás. Quizá fuimos a escuchar a Perico, es cierto. Pero cuando salimos del teatro nos podíamos considerar ya expertos y fans para siempre de la escena valenciana.

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