¡Qué magníficos años aquellos en los que un buen culebrón te resolvía la tarde y qué sublime estrategia mantener a una población en vilo durante 500 capítulos! No importaba si te ibas por un mes a Guadalajara y te perdías veinte episodios seguidos o tenías que salir escopetado por un apretón de los buenos en el momento justo: sabías que el reenganche sería posible, aunque lamentando no haber visualizado el asesinato del patriarca o el beso furtivo de los protagonistas.

Pero… ¡fuera congojas, porque el pasado siempre vuelve, aunque sea en otro formato! Sin tener que acudir a Televisa o a teleseries venezolanas, tenemos en el panorama nacional todos los ingredientes para gozar de las peripecias de una panda multicolor que merecen portada en cualquier revista rosa. La crónica política cumple la regla básica de las telenovelas sobre perpetuidad en el tiempo: es decir, podrás sestear una o varias jornadas con el telediario o dormirte a ratos con los tertulianos, seguirán donde los dejaste y sin permitir que el serial clave en nuestras vidas avance hacia algún puerto. Pero, como en las telenovelas, no excluye que nos arrepintamos de no haber sido espectadores en tiempo real.

Me pregunto cómo lo harán los grandes de la información a la hora de preparar sus programas o artículos, porque ¿qué criterio utilizar para elegir y diseccionar uno u otro tema cuando bullen titulares con enjundia segundo a segundo? Supuesta criminalización del feminismo, deplorables gestiones sanitarias, vacunas extraviadas, numeritos de blanqueo terrorista, altos cargos vacunados, impuestos en alza, ausencia de ayudas directas a pequeños empresarios, la cifra oficial de ancianos muertos en residencias, errores maquiavélicos en los noticieros del régimen, tasa de paro triplicando la del resto de Europa, la vacuna de las hermanísimas, pagos en “B” a su empleada del hogar, ocultación de informe sobre el reparto de los fondos de la UE, el Vicharejo, la Rociíto, viñeta sobre la dureza de ser gobierno y oposición al mismo tiempo, mociones de censura, partidos que se ahorcan, elecciones... Mr. Potato pasa a llamarse solo Potato, para reflejar la diversidad.

Roto me quedo y sin tiempo ni espacio así que acabaré mi solapada diatriba con “culebrero” modismo: “Si alguna vez hubo algo entre nosotros, hoy sé que lo nuestro no puede ser. De ahora en adelante seré otro y nadie volverá a jugar conmigo”