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antonio masip

Con vistas al Naranco

Antonio Masip

Marsé y los parques de Oviedo

El gran escritor barcelonés, fallecido en 2004, vivió las zonas verdes de la capital asturiana, aunque la urbe no figura expresamente en su obra

“Se coge cariño especial a los caminos que has pisado con tus pies”

Laura Ibarra, “Diario de una campesina”

Presta póstumo de Juan Marsé. A la vez lamento que sea apenas diario-2004. Hay pensamientos ácidos; me identifico con el dirigido a Salvador Tavora, simpatía y ¡estética simplona! Tengo esa opinión tras quejío en la madrileña Magallanes/Quevedo, pasando por los, igual grotescos, ¡No pasarán! Pasionaria, y, en Mérida, “Alhucema”. Leo también referencia a los queridos Jaime Gil, Prado, Visor, Candel, García Montero, Charo y Manolo Lombardero (“muy solitos en su gran casa de Esplugas”), Manolito, hijo de ambos... Encuentro a Ángel González muy bien, lujo para los amigos. Impagable Jurado en Planeta y UNEAC, con encontronazos al formato de los Lara y al mitificado Gabo, castrista recalcitrante.

Nos presentaron precisamente Lombardero y Ángel, que cerraba mi lista municipal, llevándolo al Purificación Tomás en septiembre de1991. Ese mismo mediodía anuncié, en presencia de tan cualificados testigos, el Parque del Oeste, enfrente para rematar las siguientes consistoriales. (¡Bien merecería oírse hogaño a Carlos Llaneza sobre deterioros del Puri Tomás!). Era mi despedida pública de la Alcaldía, pues había preservado la campaña de inauguraciones, sin todavía legislación restrictiva. Horas después, José Ramón Caso, en nombre del CDS, llamaría a Alfonso Guerra, para que yo pactara continuidad, lo que era tarde e improcedente. Entre los reproches recibidos estos años pasados, además del asumido Vasco, estuvieron una economía austera y saneada, peatonalización sin estrenar, salvo por San Mateo y el eje Pelayo/Palacio Valdés, y los apenas publicitados nuevos parques que pasaban de dos metros cuadrados por ciudadano a ocho. Es, empero, de justicia que no todo ese bendito verde civilizado se parió en mis corporaciones, sino que el Oeste ya estaba en el Plan Mesones, el de Invierno, sensacional idea de Villamil, concejal con Manuel García Conde e Ignacio Nora, el de San Julián conformaba desde sus orígenes el imaginario colectivo (“Los Prados de San Julián” repetía el bueno de Manzanares) y los privados, cuidados por la familia Julián Rodríguez (el Puri Tomás, obtenido por el inolvidable Juan Álvarez), la secreta arboleda de las Teresianas y Figaredo o Villa Magdalena, cuyo posterior pelotazo no es cuestión aquí. No desdeñar La Monxina (Enrique Quirós) (¡las insistencias de J. J. Bolado y Antonio Simón!), Tudela (¡las de Toñito Antuña!), Ciudad Naranco (Amandi), Las cercanías de El Milán (bien recuerdo a Serra, Rojo, Rubalcaba, Santamaría, Blanco, Pañeda, A. Martínez, Alberto Marcos y Pulgar, Arce…), el Prerrománico naranquino, expropiaciones de Santa María a San Miguel, que añoraba Juan Uría, Finlandesa, polémica entrada del Centro Asturiano, Continuación de la Florida, Río Caudal, Las Caldas, La Carisa, El Cortijo y la recuperación vertedero Santa María de Piedramuelle (¡Me acuerdo de Rogelio Fuego!). En el Naranco, además, Campo de Tiro, Cima militar y emisora de ruido…¡Inolvidable controversia con las canteras de Ensidesa! También hubo retoques linderos en El Campillín, iniciado en expropiación de mi padre, los antiquísimos San Pedro los Arcos y Fumaxil... ¿A quién atribuir el bosque industrial de La Zoreda, iniciada exigente descontaminación, desde los antepasados neandertales a nos, pasando por Explosivos y la corrupta Gesuosa? En manos privadas, el coqueto espacio de Duque del Parque de verja opaca a Martínez Marina. Hay otros acentos ajardinados con siete mil nuevos árboles en aceras. Y, logros en Cinturón Verde, que mal bauticé, y en la magnífica Losa, ultimados, ¡y trampeados tras mi salida!

Oviedo no está expresamente en Marsé. A sensu contrario, topónimos suyos me quedan. No Barcelona, cuya constante en entrevistas le hartaba, sino, v.g. Blanes, personaje pijoaparte incluido, que sentí cerca, no menos por el fabuloso Roberto Bolaño, cuando en Badalona me estimularon andadura perdida y recuperación táctil.

Marsé estuvo en Tribuna y LA NUEVA ESPAÑA, introducido por Paco García, y vivió nuestros parques.

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