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La columna del lector

La soledad: la pandemia silenciosa

Una de cada cuatro personas en nuestro país se siente sola o se encuentra en riesgo de aislamiento social, una realidad que no deja de crecer y extenderse como una enfermedad silenciosa, la soledad no deseada es terrible para las personas que la padecen y que la definen como estar muerto en vida por eso se debe sensibilizar a la sociedad sobre la escasa atención que se presta a un problema que va creciendo cada día y que conduce irremediablemente a la exclusión social .

La covid ha sido un tsunami que ha cambiado nuestra forma de relacionarnos: nos obliga a mantener las distancias, a reprimir los impulsos de querer estar cerca de los demás, a quedarnos en casa y estar solos y solas. Este cambio no tiene precedentes en nuestras relaciones sociales, produce efectos negativos, uno de ellos es la soledad que afecta a la salud especialmente en las personas mayores, las más vulnerables, al no ser deseada les genera ansiedad, pérdida de calidad de vida además de incertidumbre sobre el futuro, daños psicológicos y también físicos, porque está teñida de emociones negativas como son la tristeza, la vulnerabilidad , el abandono y la inseguridad. Socializar es necesario para el ser humano, es imprescindible el contacto y la relaciones sociales, el buenos días en el ascensor, hablar del tiempo con la dependienta del supermercado, saludar a alguien de la vecindad. Por eso debemos ser capaces de tejer redes de solidaridad, de apoyo, de cercanía. Está demostrado que coger la mano de alguien, sobre todo si es de una persona cercana, funciona como una medicina, es un antídoto contra el olvido. Sabemos que las personas mayores son más vulnerables y que requieren nuestra atención, también sabemos que, llegada a una cierta edad, la sociedad los ve como una carga social por entender que ya no son productivos y les niega el valor que en épocas pasadas tenían, como el saber, la experiencia, el transmitir historias y tradiciones .

Si a esto añadimos la soledad emocional, no tener a nadie que te escuche el echar de menos a alguien, provoca una sensación de vacío, nostalgia y melancolía, y las mujeres son las mejores candidatas a padecerla, son las que tienen una esperanza de vida más larga, viven en hogares unipersonales que aumenta la probabilidad de aislamiento social y no generan conflicto porque nadie lo ve como un problema. Todas y todos hemos escuchado alguna vez “si desapareciese hoy, nadie se daría cuenta, nadie me echaría de menos”. Pensamiento fruto del abandono, nadie escucha sus emociones y eso conduce a la muerte social. Esta falta de empatía hace que su situación sea terrible, su única compañía es la invisible soledad.

La solución requiere una respuesta global por parte de toda la sociedad, crear relaciones de apoyo es lo primero que se debe hacer, de pertenencia para que sientan que estamos a su lado, de preocuparnos por su vida, escuchar, sonreír con la mirada, regalar atención. Combatir la soledad no deseada, debe ser una prioridad en la agenda política y la sociedad debe estar dispuesta a coser vínculos y cercanías con nuestros mayores para hacer frente a esta enfermedad silenciosa que en forma de pandemia invade la vida de las personas, hay que ofrecer una imagen positiva de la vejez para lograr la cohesión multigeneracional, para desterrar estereotipos de edad. Valores como la empatía, la solidaridad deben estar presentes en nuestras vidas.

Por otro lado, está la cultura individualista que se ha instalado en el mundo y que nos hace olvidar que somos interdependientes, que no hay nadie autosuficiente, dar y recibir refuerzan nuestros vínculos emocionales por ello tenemos que marcarnos un objetivo a lo largo del siglo XXI, para que la soledad no sea un problema ni para la gente que vive sola ni para la gente que se siente sola entre la multitud, porque lo peor de la soledad no es el final, sino todo el camino previo por el que se pasa y que nadie atiende. Ya lo dijo Aristóteles: “La amistad es la cosa más necesaria de la vida, ya que nadie, aunque tuviese todos los bienes restantes, elegiría vivir sin amigos”. Volvamos a ser sociales para romper con las barreras del aislamiento.

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