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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música

Jonathan Mallada Álvarez

Violín para el alma

El sugerente, y de buen nivel musical, homenaje de la Sociedad Filarmónica a Eugène Ysaÿe

“Hommage a Ysaÿe” era el título del noveno concierto del año de la Sociedad Filarmónica ovetense y en él la violinista Lucía Veintimilla y el pianista Sergey Bezrodny rindieron un cálido homenaje al compositor y violinista belga. Las obras que conformaban el programa guardaban estrecha relación con Ysaÿe. Tal es así que, del ciclo de siete sonatas que escribió, se interpretó la segunda, pero también se rindió tributo a Fritz Kreisler y Manuel Quiroga Losada, dos compositores a quienes el belga admiraba hasta el punto de dedicarles la cuarta y la sexta, y de cuyos autores se ejecutaron el “Preludio y Allegro” y la “Guajira”, respectivamente.

Bien la actuación en el “Preludio”, manteniendo con afinación y presencia las notas tenidas y contrastando a la perfección con la agilidad y el virtuosismo del “Allegro”, eso sí, sin perder la musicalidad en ningún momento. En cuanto a la “Guajira”, fue una de las obras que más gustaron por la viveza de su ritmo marcado y su frescura. En el “Poème, op. 25”, supieron plasmar el carácter melancólico e introspectivo de Chausson, realizando algunos cambios de intensidad y varias dinámicas que dotaron a la interpretación de un mayor volumen y riqueza.

Lucía Veintimilla y Sergey Bezrodny, durante el concierto. | Irma Collín

La “Sonata en la mayor para violín y piano” de César Franck fue compuesta como regalo de bodas a Ysaÿe. Esta pieza, que pasó a convertirse en una de las obras predilectas del belga, no podía faltar en el recital del miércoles y el tándem lució sereno y bastante ensamblado, con un segundo movimiento muy bien ejecutado por Veintimilla, desplegando una gran sonoridad sobre el registro agudo, algo que sin duda favorece enormemente el hermoso timbre de su violín. Por su parte, Bezrodny se mostró siempre solvente y equilibrado, arropando en todo momento a la violinista.

Una de las obras más célebres de Ysaÿe es su “Sonata n.º 2 para violín solo, op. 27”, concebida como una continuación a las partitas de Bach, pero con los medios y los avances que se habían ido gestando en el violín. Temperamental en algunos pasajes, tal vez algo más de peso habría redondeado la interpretación, pero no empañó la forma que Veintimilla tuvo para modelar el sonido a su antojo, con precisión y atractivo en las constantes apariciones de la secuencia gregoriana de la misa de difuntos “Dies Irae”, una de las pocas supervivientes al Concilio de Trento.

Para finalizar, a modo de propina, emocionados y agradecidos ante los aplausos de los socios de la Filarmónica, una deliciosa y emotiva versión para violín y piano del “Clair de lune” de la “Suite Bergamasque” (de Debussy) y “Liebeslied” de Kreisler.

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