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Con vistas al Naranco

Antonio Masip

Pasaporte y vacunación

Los documentos de identificación y Europa

“Al permitir que el inglés se convirtiera en lengua franca, la UE perdió el control de la narrativa” // Münchau, W. “Cómo se nos escapó el relato”.

El pasaporte es mal endémico, utilizado, en pirueta oxímoron, contra pandemia. Nunca olvidaré a Bertrand Russell quemando “tarjeta de identidad” cuando su Gobierno la mantuvo tras la Guerra Mundial. Sir Russell quedaba lejos, salvo en la biblioteca paterna, hasta que colaboré en sus Tribunales de Vietnam y Latinoamérica. Pero como desde niño me inculcaron pasión viajera, el pasaporte se hizo imprescindible. A “menores” resultaba más habitual en el “familiar” de los padres; inválido en mi caso, que iba con la única compañía de mi hermano. El pasaporte suponía reafirmación del que carecían compañeros colegiales.

La obtención era en el mismo lugar de la calle Regente Jaz, que se completaba de “vacunación a la viruela”, papelito anaranjado y ribete caqui, firmado, en la calle General Elorza, por Dr. Gasset, que, en la estival Salinas, conocíamos como San José. Para ese segundo trámite, incisión de tintura verde en hombro. El “pasaporte covid” se traduce al inglés; entonces lo era en franchute hasta grafiar lectura comprensible: suprimiendo la E, doblando S y terminando certificado en T.

Con los años, no me fueron automáticas ni traducción ni obtención burocrática. Así, para acceder a Bengazi, a Leopoldo Torres, que ahora siento enterarme está malito, y a mí, el dictador Gadafi exigió que el pasaporte incorporase versión árabe y, en otras dos ocasiones, fui interrogado por Claudio Ramos, siniestro torturador jefe, empeñado, ¡y no le faltaba razón!, que tanto viaje había perturbado lo que para él eran principios: “Mi hija es monja y no tiene nefasto extranjerismo”.

En paso hacia el brexit, me tocó debatir con la Cámara de los Lores un primer abandono en asuntos de Justicia e Interior, y, dado que el Tribunal de Luxemburgo que negaban era la única institución de resoluciones y deliberaciones en francés, ¡sin intérpretes!, uno de los comisionados ennoblecidos preveía que el aislamiento afectaría a que su sacrosanto idioma fuera desplazándose de otros foros. Vana preocupación pues UK siguió camino abisal hasta el día que retroceda del daño inferido.

El inglés se impone, aun sin el Reino Unido, incluso en el pasaporte de vacunación, lo que, español, europeísta y francófono que soy, lamento.

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