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José Ramón Castañón, Pochi

Terencio y la polarización

Terencio nos invitaba a conocer al prójimo escudriñando flaquezas y debilidades, así como fortalezas y algarabías, a instancias de “auribus teneo lupum” o lo que viene siendo “sostener un lobo por las orejas”. Ese entender a un solo individuo en la sociedad, se torna complicado cuando un término nos encandila con uso y abuso desmesurado: la polarización.

Polarizar cuestiones banales siempre ha producido gustirrinín: saber de buena tinta si tu vecino prefiere la tortilla con o sin cebolla, si es del Oviedo o del Sporting o si gusta más de los “Beatles” o de los “Rolling”. El caso, es que, “ab utraque parte”, toma nuevos registros en un panorama cargado de políticos mediocres, desvirtuados y maltrechos cuyos discursos vomitan en ciudadanos habitualmente carentes de preparación para hacer frente a tanto emponzoñamiento, como hemos sufrido todos en estos días de campaña madrileña.

¡Qué cansino, injusto, infantil y poco profesional es ver reducido el amplio espectro de la política nacional, el pensamiento social y participativo de los ciudadanos, a dos eslóganes insolentes y reduccionistas! Deseo que usted, querido lector, logre entenderme. Todos nos sentimos como un liliputiense al que una mano perversa coge a su capricho y con dedos maliciosos nos introducen en el cajón ideológico que le apetece, sin preguntar a qué pensamiento pertenece usted. Ante tal desatino, usted protesta, y en un “volando voy-volando vengo”, lo sacan de una para meterlo en otra. De nuevo usted monta en cólera pero… “alea iacta est”: usted ha sido catalogado…

Nuestra vida es breve, pero se hace más larga por culpa de los infortunios o, como diría el otro, “brevis ipsa vita est sed malis fit longior”. Con más arrugas y canas en la barba de una legislatura a esta parte, víctima de los insolentes depredadores de la socialdemocracia, les confirmo en este momento que yo soy de colores, así que no se empeñen en encasillarme en las derechas por echarme unas risas de vez en cuando con Pablo Motos o en las izquierdas por tararear a Javier Krahe con su Marieta… ¡Oigan, que tengo más derecho que el otro Pablo para hacerlo!: él solo chupeteaba cuando yo corría por las calles de Oviedo y pegaba carteles y soflamas revolucionarias bajo las notas socarronas del cantautor.

Sé que con estas líneas no borro de un plumazo el manido acto del encasillamiento: eso es como ordeñar a una cabra macho, o sea, “mulgere hircum”. Pero dejemos de polarizar, y por Dios, discutamos de ideas, de propuestas, de proyectos reales, volvamos a la vida y a las preocupaciones de la gente y dejemonos de gilipolleces, que “non omnis nos estulti”.

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