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Jonathan Mallada Álvarez

La música al natural

El músico y director catalán Jordi Savall regresaba al Auditorio con un programa muy poético que rendía homenaje a los cuatro elementos de la naturaleza, encarnando la tierra, el fuego, el aire y el agua a través de los timbres y sonoridades de distintos instrumentos. La importancia que los elementos habían alcanzado en la filosofía griega (fundamentalmente en los pensadores presocráticos) hizo que el Renacimiento, en su vuelta hacia la época clásica, retomara todas estas ideas de la Antigüedad de la mano de teóricos musicales como Gioseffo Zarlino, quien estableció una correspondencia entre las cuatro voces clásicas de la polifonía y los elementos, haciendo corresponder la tierra con los bajos, el agua con los tenores, el aire con las contraltos y el fuego con las sopranos. La misma estela seguía el concierto programado por la Fundación Municipal de Cultura del Ayuntamiento de Oviedo, gracias a obras de “pintores músicos”, como escribía el propio Savall en las notas al programa, tales como Jean-Féry Rebel, Marin Marais, Georg Philipp Telemann y Jean-Philippe Rameau.

Jordi Savall, al frente de Le Concert des Nations.

De “Les Éléments”, de Rebel, destacamos esos juegos descriptivistas en los que el fuego vino por una cuerda sedosa y brillante, bien capitaneada por Manfredo Kraemer, o las flautas imitando el trino de los pájaros, con diálogos muy fluidos y ligeros, aportando el carácter etéreo que se le supone al elemento aéreo, siempre con un color atractivo y un fraseo muy aseado, sonando la agrupación como un solo músico.

Las piezas seleccionadas de Marin Marais, no se quedaron atrás y, en ellas, Le Concert des Nations desplegó todos sus recursos dejando momentos muy pictoricistas con la presencia de los vientos (especial mención para la trompa natural, nada sencilla de tocar) y el eolífono (o máquina de viento), que resultó muy efectista en contraste con algunos números posteriores, como los dúos de las flautas traveseras, repletos de calidez y delicadeza.

Y es que, si Savall afirmaba que su intención era “pintar con música”, debemos destacar que posee unos pinceles inmejorables. Todos los músicos demostraron un gran nivel en cada uno de sus roles, aportando una visión de conjunto semejante a la de un engranaje musical perfectamente ensamblado, de sonido pulcro y afinación impecable, evidenciado en las obras seleccionadas de Telemann, donde cada acorde inicial ya revelaba un sonido pleno y redondo. De este compositor sobresalieron una “Bourré” desbordante de vida y frescura, gracias a las flautas, el fagot y la percusión, pero también “Der stürmende”, más tempestuoso, creciendo progresivamente perfectamente sincronizados en una pieza de ciertas reminiscencias a Vivaldi o Bach.

“Orages et tonnerres” de Rameau, estuvo reservado, con habilidad, para el final, pues su efectismo, y la mayor velocidad de las piezas insuflaron el aire de vitalidad necesario para cerrar la velada musical, manteniendo en todo momento el equilibrio y el color atractivo y homogéneo, con unas cadencias muy ajustadas y una sonoridad concisa, todo ello bajo la experimentada dirección del maestro Savall.

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