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Carlos Fernández Llaneza

Con el mazo dando y a Dios rogando

El levantamiento ovetense en 1808 contra el Ejército de Napoleón

A todos nos han contado a lo largo de nuestra vida académica la historia de la guerra de la Independencia contra los franceses. Lo que, al menos a mí, no me contaron tanto, fue sobre los relevantes sucesos vividos en Oviedo.

Hagamos un recuerdo sucinto. El ambiente hostil en Oviedo ante los franceses era creciente. El 3 de mayo, José María García del Busto expresa ante la Junta General del Principado de Asturias la exigencia de resistir ante el invasor. El 9 de mayo de 1808, desde el balcón de la Casa Correos, sita entonces en la plazuela de la Catedral, el funcionario, Álvaro Ramos, da lectura de las noticias que habían llegado en la diligencia de Madrid. El pueblo ovetense conocía los sangrientos sucesos vividos días atrás en la capital. La indignación es total. Esa mañana, el Regente de la Audiencia, siguiendo órdenes de Madrid, hace imprimir un amenazador Bando del General Murat que exigía acatamiento y obediencia a la autoridad francesa. Para promulgar el bando, salieron de la Audiencia, entonces en la calle Cimadevilla, con el comandante provincial de armas, pero al llegar al final de la calle y al dar el tambor la señal de atención, dos mujeres ovetenses toman protagonismo: María Josefa Francisca González y Suárez, más conocida como Marica Andallón, gritó: “¡Abajo el imprimido!”. A continuación, Joaquina González García Bobela, “Xuaca”, clamó: “¡Que no se publique!”. El grito es repetido por el canónigo Llano Ponte. El Conde de Peñalba y el médico Manuel Reconco proclaman: “¡A las armas!”. Froilán Méndez de Vigo rompió el parche del tambor. Nadie era ya capaz de calmar los ánimos. El procurador general, Gregorio Jove, pudo sustraer los Bandos y, junto con los amotinados, se dirigió hasta el Campo San Francisco, donde los rompieron y quemaron.

En la tarde del 9 de mayo, la Junta General, reunida en la Sala Capitular de la Catedral, acuerda desobedecer las órdenes de Murat, lo que lleva a una explosión de júbilo del pueblo que aguardaba en el Claustro y en la Corrada del Obispo. Ante la seguridad de la más que posible represalia, se inicia el reclutamiento de cientos de hombres y el 24 de mayo se sitúan a las puertas de la Ciudad. Veintiuno de ellos sorprenden al cuerpo de guardia y toman la Casa de Regencia. La rebelión había sido un éxito.

Recreación del levantamiento de 1808 contra la invasión francesa. | I. Collín

En la mañana del 25, la Junta General del Principado, constituida en Asamblea Popular Soberana, reunida en la Sala Capitular, declara solemnemente la guerra a Napoleón, siendo la primera provincia que proclamaba la guerra contra el invasor francés. Lo narrado hasta ahora es conocido por la mayoría de ovetenses. Pero hay otro episodio, quizá, menos conocido y que tiene que ver, nada menos, que con la reliquia más importante que atesora nuestra “Sancta Ovetensis”, el Santo Sudario y con este alzamiento. Sigamos la narración que nos ha llegado a través de un acta capitular: “3 de junio de 1808. Pide la Junta General del Principado rogativa pública con el Sto. Sudario. El día 29 de Mayo pasado los señores Conde de Agüera y D. Josef García Argüelles, Diputados de la Junta General del Principado, pidieron que en nombre de ella se hiciese rogativa pública el día treinta en que se celebra la festividad de San Fernando Rey de España, con nuestra Señora de Rey casto, la Cruz de la Victoria y el Santo Sudario, como la principal y más venerada reliquia de las muchas que tiene esta santa Iglesia, en atención a la urgentísima necesidad de tomar las armas en que se halla todo el Reino para conservar nuestra santa Religión, Ntro. Rey Fernando el Séptimo y la Patria de tantos males con que está amenazada por la invasión de los franceses; y se acordó que el cabildo sin consentimiento del Señor Obispo no podía condescender, como deseaba, en sacar el Santo Sudario por mandarlo así el estatuto. Luego dichos Sres. Diputados pasaron a ver al Sr. Obispo, quien les manifestó daba todas las facultades, y en seguida se acordó que el Sr. Maestro de Ceremonias dispusiese dicha rogativa, a que el citado día treinta concurrió el Sr. Obispo y llevó en toda la procesión el Santo Sudario, llenando de admiración a todo el pueblo y a la innumerable multitud que se presentó, inflamando sus corazones en defensa de causas tan justas y santas, a que también asistió un escuadrón de Carabineros Reales, que se hallaba en la ciudad y mucha parte del paisanaje, que ya se había armado. La procesión fue por San Vicente, Arco de la Noceda, Tras de la Cerca, Calle de la Picota, la de Jesús, Plaza y Calle de la Ferrería, observándose en todos estos religiosos actos y después de su regreso a la iglesia en medio de su innumerable gentío tanta modestia, ternura, devoción y confianza del favor y auxilio del Señor de los Ejércitos, que imploraba que no hay ejemplar igual, como tampoco se habla de haber salido por las calles tan preciosa Reliquia, que aun en el año de mil quinientos noventa y ocho sólo se certificó salir con motivo de una formidable peste por el claustro y bajo de las torres”.

El 29 de mayo, el obispo Gregorio Hermida dicta una pastoral en la que pide a los párrocos que “presten todo el auxilio necesario a las tropas patrióticas”.

Así que, como ven, los valerosos ovetenses, sí, con el mazo dando, pero, por si acaso, también a Dios rogando, que con Napoleón por el medio, cualquier ayuda, viniera de donde viniera, seguro que sería muy bien recibida.

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