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antonio masip

Con vistas al Naranco

Antonio Masip

Del hipo de la Lola al cachazudo mío

Hay anuncios retro hasta absurdo que “los muy apostadores” lo harían en misma casa, desde los treinta (sic.), ¿Quedará aún ludópata sin desplumar? También Lola Flores resucita patrocinando cerveza, “manosea tus raíces, ¡que se te escuche hasta el hipo!”.

En la versión Michael Todd de “La vuelta al mundo en ochenta días”, no en la novela, Fogg y Picaporte abandonan coche de caballos por hipo del cochero. Personaje de Tigre Juan tiene hipo compulsivo y a otro de Galdós le brota por elegancia.

En niñez era divertido. Desaparecía con susto. Relegada felicidad onírica, topo galeno preguntando si empapizo. Los desarreglos añosos, sin cura de espanto, no entretienen. En una guardia militar otro recluta y yo nos desmayamos a la vez. El chusquero decidió arresto por falta de ardor guerrero, pero el capitán médico diagnosticó hipotensión, que sonaba a tenso hipo aunque ni al colega de formación ni a mí nos sobreviniese distorsión diafragmática.

Presta el montaje póstumo de Lola con su hipo sin hipo; bien extraño además: marcas de resonancias árabes, Alhambra y mezquita, ¡en ley seca mahometana! El hipo del cochero provenía de borrachera, el cervecero de gas carbónico; el mío, cachazudo, indefinible rastreo tal los ayalino o galdosiano. La Flores, excesiva impostación...

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