Decir Oviedo, decir San Salvador, Camino primitivo, es hablar de toda una historia de profundas significaciones ligadas al origen y desarrollo del Camino de Santiago. Más allá de competencias, luchas y banalizaciones, los ovetenses, los asturianos debemos reconstruir nuestra conciencia de eje fundamental que vertebra el Camino, por identidad histórica, como pueblo y como significación de origen y consolidación de la identidad europea, por no hablar de otras condiciones de universalización cosmopolita de nuestra ciudad, o por su resignificación religioso-antropológica.

Desde tiempos antiguos, peregrinar era una forma de “pensar con los pies”, tanto en el Antiguo testamento como en la filosofía griega y otras culturas, era un andar y ver para el intercambio, la experiencia y la búsqueda; hasta la filosofía moderna, que nos habla de la vida como camino, el hombre como “viator”, un hombre que siempre está fuera de su patria y busca de manera imperiosa encontrarse y hacerse. Con la monarquía asturiana, muy unida a la idea de Carlomagno, el peregrinar a Santiago se vincula con la idea de Europa, de un Occidente como comunidad universal-cosmopolita.

Sea cual sea el sentido que se le pretenda dar, no resta valor histórico cultural a lo que este Camino, como resorte de futuro, puede todavía significar en la conversión de una pequeña región o ciudad provinciana en un resorte generador de cultura, de encuentro, de desarrollo, de humanización…

Goethe decía que la conciencia de Europa ha nacido peregrinando. Ese deseo de reencontrar las raíces, la identidad, la conciencia de hombre cosmopolita y abierto, nos ha llevado y nos lleva a la necesidad de peregrinar.

Reconociendo el esfuerzo integrador que se hace desde Oviedo, tendríamos que redoblar el trabajo por situar a nuestra ciudad como un nuevo eje de intercambio y experiencia. Más allá de la anécdota religiosa de la Catedral, o la mística de la naturaleza o la potencia de lo turístico, que hagamos de esta ciudad, de este camino una referencia aglutinadora y generadora de cultura, de europeísmo, de nuevos valores artísticos y humanos, de reconstrucción espiritual, una ciudad cosmopolita, atractiva, que sea algo más que un albergue de paso, que sea una ciudad ética y universalista, un lugar para el encuentro, el diálogo y la creación. Un espacio humano que de paso se convierta en una meta siempre atractiva.