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antonio masip

Frank, siempre Frank

No porque él mismo la esperase para pronto deja de apenarme la muerte de Frank Menéndez. Afrancesado donde los haya, sorprende que adoptase “Frank” nombre por el que todos le conocíamos, por influencia familiar americana. ¿Alguien conoció a otra persona más cordial, abierta y tolerante? Desde luego en estos tiempos de “mugor” y zafiedad, como describía el gran Alarcos, nuestro común amigo, es de agradecer que en esta ciudad hayan existido algunos Frank, no muchos.

Cuando le pusimos una calle a Lorenzo López Mulero, primer alcalde socialista, Frank me hizo llegar una foto con él en el Burdeos de los años cuarenta o cincuenta. López Mulero, que yo sepa, nunca volvió a su ciudad, pero los ciudadanos de la restauración democrática, gracias a Frank y a unos familiares, pudimos homenajearle. Ya antes, Antón Rubín me había mostrado obras de su biblioteca encuadernadas con el sello del que fue digno Alcalde republicano.

De ese afrancesamiento militante bien recuerdo la llamada del embajador de Francia para que mediara en la aceptación, que no se produjo, del consulado honorario que había ostentado el inolvidable Julio Paquet. Frank estaba “à la page” de todo lo que salía en Francia y ahora que, inexplicablemente, la literatura gala en versión original se distribuye peor que antes, se acercaba de Meres para dejarme “chez” Polledo libros inencontrables aquí. En justa respuesta a su generosidad y atenciones le tenía preparado el dietario sobre el Brexit de Michel Barnier, que a su vez me ha hecho llegar Jonás, nuestro eurodiputado, pero ya no ha lugar desgraciadamente.

Con Frank tuve infinitos encuentros, el último lamentando por su parte no haber estado en el claustro de San Vicente con mi último libro. Era tres lustros mayor que yo, pero ni a la hora de su muerte me lo pareció.

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