La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

antonio masip

Con vistas al Naranco

Antonio Masip

Respirar bien es clave

Memoria y reflexión en torno a los alientos y los desalientos

¿No es verdad, ángel de amor, / que en esta apartada orilla/ más pura la luna brilla/ y se respira mejor? Zorrilla, “Don Juan”.

“Aprender a respirar es toda una hazaña espiritual”, frase de Manuel Vicent, columnista a la vieja altura de Camba o Umbral. ¡Cuánto la añorarían los fatales afectados del covid! Gracias a Félix Payo, un aparato extraño y sencillo me ayuda contra apneas riesgosas, además neutraliza consiguiente fatiga del mal sueño. Ya no sé dormir sin el aparatito, tubo y máscara astronauta, versión quemalibros de Truffaut/ Bradbury o Mundo Feliz de Huxley. El bueno de Joaquín Manzanares, en sus huidas de Prau Picón las noches tormentosas, me habría aplicado su maldición a los escafandristas foriatos. Cuando Payo prescribió el artilugio, en el antiguo Instituto de la silicosis, éramos pocos en prácticas pioneras. Hogaño, sin embargo, en la revisión, un afable enfermero, hijo de otro viejo amigo, calcula ocho mil los beneficiarios astures de esta técnica desconocida a antiguos galenos. Se ha roto el mito del ronquido como placidez onírica. El resultado relaja vida.

Resulta también que meditando mi escasa vida deportiva, ahora inexistente con “Las cosas que me acechan”, como titulaba su opera prima el gran poeta Víctor Botas, la respiración, pese a mi enemiga a las fumatas propia y ajenas, no es mi fuerte. El legendario primer contacto empresarial de Pepe Cosmen con China, entonces más lejana y exótica, fue por anuncio, fallido luego, de dentífrico que ayudaba a respirar y que el carismático empresario autobusero soñó para tantos mineros, sufridores pulmonares.

“Gilda”, la sensual película, introduce una ruptura imperceptible del diálogo: Debes enseñarme a nadar. En la natación de mis admirados Valero de Urría y Carlos Bousoño creía hacerlo aceptablemente hasta que sacando a un náufrago dominguero en Salinas, 1972, cuando aún no había socorristas, me percaté de probable ahogo en apnea. En otra playa cantábrica, fallecería Jesús Castro González, “Castro”, guardameta sportinguista, hermano del mago Quini, mientras auxiliaba a niños extranjeros. Jesús hizo esfuerzo angustioso tal cantaba Brecht en “El círculo de tiza caucasiano”. Gran deportista, verdadero asturianín de La Corredoria, heroica generosidad desbordó su vida. Poniendo el retrovisor, rememoro en los cincuenta, en la Copa Masaveu de Tenis, a Net, campeón neozelandés, que parecía excéntrico expulsando aire ostensiblemente al restar o subir a la red. Javier Junceda, nuevo miembro del RIDEA, da elementales aforismos ad hoc: Vivir es respirar. Lo notas cuando falta aliento. Manolo Vicent lleva razón: ¡Hazaña espiritual!

Compartir el artículo

stats