La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

¿Marquina qué?

Una coincidencia en el callejero que lleva a divertidos equívocos

Hay un vecino de la calle Ingeniero Marquina que tiene gran afición por la comida a domicilio. No por una en concreto, le gusta de todo un poco. Pizzas, chino, kebabs, escalopines al cabrales, hamburguesas, mexicano, sushi... Tiene una dieta variada e internacional, aunque no especialmente saludable. Recibe así mismo correo bancario, notificaciones de cartas certificadas y avisos para recoger paquetería.

Se preguntarán ustedes cómo lo sé y qué puede importarme algo tan banal. La explicación es sencilla: yo vivo en el Viaducto Marquina. Es frecuente que el repartidor de turno equivoque los nombres de ambas calles y acabe picando en mi casa. No representa una molestia inaceptable, pero abrirle la puerta a un jugoso cachopo o a una bandeja de makis y nigiris para después verlos partir sin poder siquiera probarlos me está desgastando el ánimo (siempre tan necesario en plena operación bikini). Las cartas y avisos los despacho sin embargo con indiferencia, Casi con alivio. Suelen esconder malas noticias. Pero, ay, esas fuentes inmensas de patatas tres salsas que alcanzan mi olfato y casi mi paladar...

Para los repartidores, el asunto no es mejor. Vivo en una casa sin ascensor. Invariablemente se les descompone el gesto cuando creen haber alcanzado su meta y les explico que han equivocado la dirección. “Esta es la calle Viaducto Marquina, la calle del Ingeniero es la que pasa por debajo del puente”, les digo mirando de reojo la mochila térmica llena de calóricos manjares. Si el mensajero no es hispanoparlante de nacimiento no siempre tiene un nivel de castellano que incluya palabras tan especializadas como ingeniero y viaducto: “¿Marquina qué?” Pero terminan por asumir que se deben dar la vuelta y ajustar el navegador.

No es fácil encontrar información sobre el tal Marquina que explique esta singularidad. Por qué un foriato fue honrado con dos calles vecinas en la ciudad. Una para su figura y otra para su obra. Después de consultar al consejo de sabios, de rebuscar en internet, la cosa sigue sin quedar clara. Parece que fue un alto funcionario del Estado comprometido con la causa del progreso allá por los años cuarenta. Responsable de emocionantes proyectos como los puertos marítimos de Pasajes y Chipiona, siendo además primer director general de Renfe. En nuestra ciudad proyectó esa estructura que uniría para siempre el corazón de Ciudad Naranco con Uría y por tanto con el mundo entero. También en Asturias, es suyo el puente de San Román de Candamo sobre el río Nalón.

En mi época, al viaducto le llamábamos “la pasarela”. Nombre a su vez de la discoteca que habitaba en sus cimientos. Perdió sentido seguir nombrándolo así cuando la Losa tapó la estación y las vías y perdió ese aspecto.

No protestaré porque un audaz ilustrado tenga dos calles en mi ciudad, aunque tales honores quizá los merecieran más otros carbayones ilustres. Al menos no se trata del desvarío de un político megalómano capaz de reconocerse a sí mismo varios méritos celebrables. Pero este asunto me deja en evidencia con ese vecino fartón que les comentaba al principio. ¿Sabrá de mi existencia? Si es así debe pensar que tengo una vida insípida y una dieta aburrida. Nunca llaman a su puerta para restregarle mi comida.

Compartir el artículo

stats