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Antuña y lo agrio de la vida

En respuesta a las críticas del PP y en defensa de la labor de la oposición

Leo la tribuna de mi compañero de corporación Gerardo Antuña, a quien tengo respeto, que no admiración. Es cosa lógica porque, hombre de ideas oscilantes y por tanto equivocadas, con un nivel de “normalidad” que sobresale por encima del de sus compañías y amo, ocupa una posición diferente y sirve intereses que no comparto. Las cosas municipales son así, y ahora parece que pone la firma, o reflexiona supuestamente en serio, sobre el sentido agrio de la vida, personificando el mal trago en la persona de un socialista, Wenceslao López.

Canteli fue muy claro hace unos meses: “La oposición mejor que esté callada”. El hecho de que eso no suceda, a pesar de las mordazas, parece que provoca este espasmo trascendente de mi compañero de corporación, que yerra al buscar una brecha entre las filas socialistas y opta por eso que conocemos como “matar al mensajero”. El Grupo Socialista continuará denunciando el tiempo perdido por el gobierno de la derecha con los grandes proyectos y con los pequeños; las obras estúpidas hechas solo por capricho y para que no quede memoria de nadie que no sea de “su orden”; las preguntas sin respuesta en las comisiones; los caros patrocinios dirigidos a dedo; la propaganda obscena de cada día; los pactos de mesa camilla en busca de estómagos agradecidos; el municipio a dos velocidades: el noble y el otro… Y puedo seguir.

Tengo una idea muy diferente a lo que veo y leo cada día de cómo llevar a cabo la gestión de los asuntos municipales, y eso para mí pasa por anteponer el interés colectivo, el interés del Ayuntamiento, al de las aspiraciones de algunos ediles, más preocupados por cómo y cuándo abandonar la nave, o al de algunos otros, que estudian la postura para mejor flotar y ya no saben qué decir o escribir para caerle mejor al patrón. Mi forma de entender la política pasa también por apostar por la cooperación institucional, no tanto porque esta sea una opción, sino porque es una obligación para los representantes públicos. Para todos.

No necesito lecciones, ni creo que a ninguno de mis compañeros y compañeras del grupo les hagan falta. De todos modos, para poder recibirlas siempre hay que saber y tener capacidad para darlas: no es el caso. Tampoco me parece que Wenceslao López necesite defensa ante descalificaciones más bien burdas y ese tono sobrado tan innecesario, pero que tanto dice de quien lo sostiene. Él lleva años llamando a las cosas por su nombre y esa es una seña de identidad que solo atesoran quienes tienen valor. Y el valor es siempre una virtud escasa. Le avala la honestidad, los bolsillos de cristal de los que siempre habla y la capacidad de trabajo. Wences no necesitaba que le encendieran la luz del despacho para que pareciera que estaba en Alcaldía. La encendía él y estaba. Supongo que no haber dejado como legado ninguna ‘villamagdalena’, ningún ‘calatrava’, ningún ‘enredo’, formará también parte de su haber. No todos pueden ni podrán decir lo mismo.

Nos seguiremos viendo, compañero. Créeme que te deseo también una larga existencia, feliz, y que se den las circunstancias para que tu vida profesional se enriquezca más allá de pasado y presente, porque eso será señal no solo de que conocerás el mundo laboral y el mercado libre, sino de que el consistorio ya no estará en las garras del Partido Popular y de todos los intereses que le acompañan donde quiera que se instala.

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