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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

Veraneando con los Rivero

El descubrimiento del Oviedo de Dolores Medio

No me avergüenza mi propia ignorancia, ya que no se puede saber todo, ni se pretende. La compenso con las ganas de aprender. Pero a veces me sorprende. Confieso que la primera vez que escuché hablar de “Nosotros, los Rivero”, inmortal novela de Dolores Medio, fue solo hace un par de años, en un sorteo que realizó una célebre librería ovetense muy activa en redes sociales.

La publicación, que tuvo gran aceptación entre sus seguidores, proponía como condición indispensable para participar mencionar en dichos perfiles un libro predilecto ambientado en Oviedo. Evidentemente “La Regenta” ganó aquella encuesta de manera abrumadora. Algunos, bastantes, recordaron el “Tigre Juan” de Ramón Pérez de Ayala. Otros, con un criterio contemporáneo, mencionaron alguno de los libros recopilatorios de relatos de la Editorial Más Madera. Lectores motivados, ávidos de novedades que observan la escena local. Incluso hubo tres o cuatro incautos que tuvieron la osadía de mencionar mis “Cuentos desde el sofá”, recién publicados en aquel momento. Gracias por el entusiasmo, queridos primos, pero evidentemente juego en otra liga distinta. Es casi otro deporte.

De pronto surgió aquel título; “Nosotros, los Rivero”. Y se empezó a repetir de manera casi impertinente. Nosotros, nosotros, nosotros los Rivero. Los Rivero, de Dolores Medio. Una, otra, diez veces más, quince, veinte, y subiendo, para colocarse en un dignísimo segundo lugar que puso en evidencia la profunda laguna de mi desconocimiento.

Desde ese momento hasta ahora, un poquito de Wikipedia, un poquito de preguntar, mi interés ha ido creciendo de manera irregular. Perderme recientemente el paseo comentado por los escenarios de la novela, propuesta cultural de las jornadas Cincuenter, me dio el empujón definitivo para correr a mi librería favorita y abordar al fin su lectura.

Ha sido casualidad, pero este hecho ha coincidido con mis vacaciones. Resulta que por fin cruzo el Negrón camino a paisajes más luminosos y me llevo Oviedo en la maleta. De manera literal. Estaba tumbado en la playa, expuesto al rumor de las olas, a la caricia de la brisa soleada, y no podía evitar abrir una y otra vez aquella ventana a Vetusta.

La lectura de “Nosotros, los Rivero” ha resultado un ejercicio sorprendente, encantador, muy emotivo. Merecedora del Premio Nadal de 1953, está plagada de descripciones casi excesivas de nuestra ciudad. Ambientada en el primer tercio del siglo XX, incluyendo Octubre del 34, es la misma Vetusta en la que creció mi padre, la misma que él tantas veces me dibujó desde otro punto de vista. Pero también, en muchos aspectos, la misma que sigue siendo hoy en día. Esa urbe lenta que se resiste al paso del tiempo, que está más orgullosa de su pasado que pendiente de su futuro.

La dualidad de carácter de Lena Rivero, “Ranita”, la protagonista y alter ego de Medio, es la misma que sentimos tantos ovetenses. El apego incondicional al escenario. La Catedral, Uría, el Campo, las callejuelas del Antiguo, las fachadas de los edificios, las cadenas del edificio histórico de la Universidad, la historia. Pero también el impulso de liberarse de los corsés, de convertirnos en ciudadanos universales, de crecer en el mundo.

La deliciosa colección de personajes que acompañan a Lena en sus aventuras bien podrían tener cara y nombre en nuestra sociedad actual. Ranita tiene esa capacidad de observar la realidad desde dos puntos de vista opuestos que termina por situarla en ningún sitio. Rechazada por los bandos inamovibles como una pelota de ping pong.

Me he esforzado por hacer una lectura lenta, dejando pasar los días. Alcancé las últimas páginas desde mi toalla. En la arena, bajo mi sombrilla, pero envuelto en un manto de fina niebla. Consciente de un espíritu que vive casi siempre dormido dentro de mí, que soy Vetusta, desde el que también quiero saborear el mundo, como la inquieta Rivero.

Y me pregunto: ¿Cómo veré Oviedo cuando vuelva? Pero ya sé la respuesta. Será, es, como siempre, igual pero distinto.

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