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Carlos Fernández Llaneza

“Los Enigmáticos”

Sobre la historia de un desconocido grupo de música popular del barrio de Vallobín

El 2 de agosto fue durante muchos años un día especial para los vecinos del Vallobín. Al menos desde 1958 y hasta 1972 se festejaba a Nuestra Señora de los Ángeles. Días de alegría y convivencia con los que orillar la lucha cotidiana de muchas familias por salir adelante. Hace un año, rebuscando entre viejos álbumes de fiestas, encontré un nombre que no conocía. El de un joven grupo musical del barrio: “Los Enigmáticos”. Así que, utilizando de nuevo ese símil de las cerezas, eché mano de una historia y, engarzada a ella, salió otra. Una de esas cerezas nos habla de un grupo de jóvenes del barrio, tres de la calle Mariscal Solís, frente a los bloques de la Renfe: Gandoy, Paco y Andrés. Y uno de Francisco Cambó: Santiago. Cuatro jóvenes traspasados por la pasión musical. ¿Cuándo surgió la chispa? ¿El día que descubrieron en un viejo vinilo el ritmo frenético de Elvis? ¿Tal vez escuchando “Vuelo 605” en Radio Peninsular? Un programa referente iniciado en la primavera de 1963 y conducido por el ovetense Ángel Álvarez, radiotelegrafista de cabina de Iberia. De sus viajes por el mundo traía lo mejor de las novedades musicales para emitirlas en su espacio. Música nueva. Diferente. Que removía a estos jóvenes que empezaron a tocar unas viejas guitarras clásicas en el portal de casa. Mucho juego dieron los portales en aquellos años… Y de ahí a un hórreo del Prau Picón del Vallobín. Ese hórreo, decorado con fotos de la revista “Fans”, portadas de discos y algún detalle más, se convirtió en el primer “local” de ensayo y de encuentro de amigos. Entre sus viejas paredes de madera empezaron a sonar canciones de los “Shadows”, de los “Beatles”, de “Los Brincos”... Poco a poco, aquellos primeros encuentros sin un destino claro fueron tomando forma. Nadie faltaba a los ensayos. El sueño, en un hórreo a la luz de las velas, se iba materializando. Santi fue el encargado de poner voz al grupo. Parece que iba sobrado de empuje e ilusión. Más difícil era encontrar a alguien que tocase la batería. Un día conocieron a Pedro. Sólo tenía una caja y un plato de batería pero ofrecía un pequeño local en el edificio de Obras Públicas para poder ensayar de vez en cuando pero la cosa no cuajó por lo que el hórreo continuó siendo el lugar de ensayo; eso sí, nada de electricidad, por lo que sólo podían tocar en acústico. La imaginación al poder. Hasta que dieron con Cándido, dueño del bar Villanueva, en Francisco Cambó; por cierto, bar al que me enviaban con frecuencia a comprar una Casera fría antes de que en casa tuviéramos nevera. El hórreo fue el obrador en el que se fueron fraguando interpretaciones que ahora sí sonaban mejor. Cada vez pasaba más gente por allí a escucharles tocar. En uno de esos ensayos alguien les habló de un “batería” y así llegó Bosco. Pero faltaba un nombre. Fue Andrés el que propuso “Los Enigmáticos”. En la historia del grupo publicada con motivo de la conmemoración del 50 aniversario, junto con la edición de un CD, cuenta su autor, José Antonio Sánchez Gandoy: “aquel día llevaba pegadas en su guitarra de madera dos interrogaciones blancas adhesivas. Aquello era extraño, original y quedaba como una señal de ¡atención, obras! en la guitarra. Está claro que con quince años no medíamos demasiado el sentido de la realidad… ni del ridículo. Además tampoco estábamos en California, esto era Vallobín. De todas formas los nombres de los grupos de Oviedo se las traían: “Los Siderales”, Los “Fúnebres”, “Los Estelares”, “Los Juniors”, “Los Galgos”, “Los Liders”, “Los Espectros”, “Los Bucaneros”, “Los Fugaces”, “Los 106”, “Los Telstar”, “Los Comandos”, etc. Por lo que parecía estábamos justamente en esa línea”. Paso a paso el grupo fue creciendo materialmente y en calidad musical. Y un día, estaban tocando en un abarrotado Filarmónica en el concurso “Rumbo a la gloria”, por cierto, presentado por Menchu Álvarez del Valle, y que se retransmitía por radio a toda Asturias. Esa misma tarde actuación en un guateque en el bar del barrio “Los Charros”, explotando a fondo el éxito en “Rumbo a la gloria”. La siguiente en las fiestas de Pruvia. Y en agosto contratados para actuar en casa. En las fiestas del Vallobín. Como rememora Gandoy: “Fue emocionante y lo recuerdo como un día guapo donde estuvimos arropados por cantidad de amigos. Nos sentimos los reyes de la fiesta. Felices de actuar en nuestro barrio. Esa tarde, “jugábamos” en casa”.

“Los Enigmáticos”, en una fotografía promocional. | C. F. L.

Me presta recordar hoy los inicios de un grupo de chavales del barrio que compartían un sueño y una pasión. Empecé con aquella actuación de agosto con la que, casualmente me encontré y con esa actuación especial cierro el relato a la espera de un nuevo disco para finales de año. ¡Larga vida a “Los Enigmáticos”!

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