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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música

Jonathan Mallada Álvarez

La lección de música

Sobre la “Gala lírica” de José Bros, Xabier Anduaga y Antonio Gandía

Ni el mejor Vermeer habría sido capaz de igualar la paleta cromática que Bros, Anduaga y Gandía desplegaron sobre las tablas del Auditorio Príncipe Felipe para deleite de los melómanos ovetenses. ¿Su pincel? El instrumento más primario y delicado que existe: la voz. Esta constelación del mundo lírico se caracteriza por unas voces que te subyugan y te hacen permanecer inmóvil en la butaca sin poder hacer otra cosa que disfrutar y aplaudir. Y, en efecto, así fue.

Alumno predilecto de Alfredo Kraus, Antonio Gandía exhibió, a lo largo de toda la gala, una voz corpórea y un timbre más oscurecido que el de sus compañeros. Su poderoso fiato y un registro medio muy fiable le hicieron destacar en el aria “Pourquoi me réveiller”, de Massenet. A pesar de no ostentar una proyección tan acusada como Bros o Anduaga, supo contrarrestar esta carencia con pasión y energía, defendiendo con aplomo el “L’amour, l’amour… Ah lève-toi soleil”, donde se resintió algo en los graves. “De este apacible rincón de Madrid” fue la romanza que interpretó, una elección algo cuestionable si quien sale a continuación es José Bros, uno de los máximos representantes de este número de zarzuela que quedó inmortalizado en la extraordinaria producción de “Luisa Fernanda” del Teatro Real (2006). Con todo, el alicantino defendió sus papeles con brillantez y mostró una buena dicción en “M’appari tutt’amor”.

José Bros, capitán espiritual del trío, mantuvo el nivel al que tiene acostumbrados a los ovetenses cada vez que pisa la capital del Principado. Su bello timbre vocal o la facilidad para unos agudos, seguros y bien timbrados en todo momento, deslumbraron a los asistentes en “Il lamento de Federico” y en “Quando sere al placido”, con unos graves muy convincentes y donde logró una gran expresividad gracias a sus hermosos pianísimos, interpretados con notable encanto, sin restar proyección ni modificar el registro en la emisión. Elegante y con una línea de canto marcada y atractiva en el “Donna non vidi”, su interpretación del “No puede ser”, de “La Tabernera del puerto” sería uno de los puntos álgidos. En esta obra, una de sus predilectas y que conoce como pocos, sabe infundir de manera especial su propia personalidad obteniendo siempre un resultado diferente aunque igual de sugerente.

Pero el gran triunfador de la velada musical, al margen del público, fue sin duda Xabier Anduaga. Su hermoso color vocal, el innegable gusto interpretativo y su afinación cuidada y precisa, hicieron las delicias del auditorio en “La donna è mobile”, con una cadencia exquisita, o en “A mes amis”, donde lució unos agudos bien colocados y nada afalsetados. Precisamente, su impostación natural y la facilidad para una proyección (que no le priva de redondez vocal y contribuye a una sonoridad muy plena) dejaron una inmensa expresividad en “Una furtiva lagrima”. Para la segunda mitad de la gala se reservó el “Por el humo se sabe dónde está el fuego”, desplegando una suavidad y dulzura en los pianos y unos graves más que aseados.

La Orquesta “Oviedo Filarmonía” estuvo muy celosa en todo momento de arropar a los tenores, respirando con ellos y siendo manejada con ductilidad por Jaume Santonja. Algo apresurada en pasajes concretos, se fundió con el lirismo de las voces protagonistas y supo permanecer en un segundo plano con unos balances correctos, donde la cuerda estuvo homogénea y compacta y los metales bastante lúcidos. Todavía habría tiempo para las propinas “Amapola”, “Júrame” y “Granada” y para el bis “No puede ser” que los tres interpretaron al unísono en un final emocionante que supuso el mejor broche posible a una velada exquisita. Digna del mismo Vermeer.

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