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antonio masip

Con vistas al Naranco

Antonio Masip

La mano pecadora de Bertha

Las andanzas del “Aníbal” de Goya en la finca de El Pito

Como radiólogo consorte sé del hito de “La mano de Bertha”. Es en ciencia e investigación contrapunto realista e historicista a las napias de Cyrano de Bergerac y a las mentirijillas de Pinocho, la mitológica cabellera de Berenice, o la cinéfila Rodilla de Claire.

Cuando llegué a los Dominicos con 8 añinos, el maestro don Esteban cubría la pizarra con cartagineses y romanos. A mí me asignó los primeros, de los que pronto me enteré apenas Amílcar Barca, Asdrúbal y Aníbal, juramentados en el odio romano, habían habitado en España.

Siempre fui de Aníbal y de Goya, por lo que duele mucho que nos los arrebaten, con el antecedente de un El Greco. Pandereteira, Javier Neira dixit.

En el verano del trágico 36, Azaña contaba con pasar estancia agosteña en El Pito. Se perdieron, quizá, magníficos dietarios pixuetos, pero no dejo de olvidarme de El Pito, los Selgas y sus aportaciones.

Carmen Polo Martínez-Valdés abría esas instalaciones para recepciones, mientras su dictador marido fatigaba la presa enrejada del Sella y el empedrado ad hoc de Monejo-Cares. Lapidario y primer reconocimiento literario fue aquel mítico genocidio de Escipión, Delenda est Carthago, que aplicaría luego Ortega a Alfonso XIII.

Desgraciadamente, Aníbal, mi Aníbal, si no a los Alpes, se va mucho más allá de Pajares. Con la mano pecadora de Bertha.

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