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antonio masip

Con vistas al Naranco

Antonio Masip

Merkel, tienda de la esquina

No sé si eran las primeras o segundas elecciones de Dª Ángela como lideresa, cuando en la explanada del Orfanato Minero, en la falda naranquina, me subí a un estrado para repetir el pronóstico que acababa de escuchar en la BBC de que ella perdería ante Oskar Lafontaine, Ministro-Presidente del Sarre, disidente izquierdoso del SPD que se había unido a los antiguos comunistas de la RDA, que sumarían más que el CDU/CSU, aún con los liberales.

Cándido García Riesgo, cuando amanecía su Dama del Alba, escribió entrañable libro, con capítulo “La Tienda de la Esquina”. Alto empleado de una multinacional de la alimentación, Cándido era enemigo de llenar las ciudades de supermercados para, sin embargo, volver a las tiendas de proximidad. Nunca se hubiera, como Alaska y los Pegamoides, perdido en un súper. En mi mismo equipo municipal, Juan Álvarez, al que sigo queriendo mucho, era enemigo de la agresividad de las esquinas, que había que sustituir, al modo barcelonés, por chaflanes o rotondas, que constructores y arquitectos desdeñaban, por pérdidas de edificabilidad o no saber trazarlas. Juan fue traicionado con algún esquinazo en su propia y modélica La Florida. ¿Para cuándo el rótulo de su calle que se aprobó a instancia de Jaime Reinares y mía?

Lafontaine publicó un estudio, que primero me entusiasmó y del que me distancié pronto. Tuve, de aquella, la convicción de que los guarismos salían contra Merkel. Pero fue en mi tiempo europeo cuando llegué a comprender que los socialdemócratas eran incompatibles con su izquierda, y, aún más, con el marxismo-comunismo.

Merkel salió canciller contra los números aparentes, pero volví a cometer el yerro de criticarla, incluso, en una conversación que tuve con ella. Poco después, Servando Fernández y Rafael Anes me invitaron a las jornadas de Historia de Navia, donde surgió la oportunidad de rectificarme y ensalzar el papel de esta gran política con los inmigrantes. Y ahora con los fondos europeos, que van a salvar la economía española y que jamás hubiera conseguido Lafontaine, por más que su región coincida con Asturias en población y problemas carboníferos.

A Merkel la vamos a echar de menos y lo pienso claramente desde el envés de la política. El nombre de Merkel sonaría bien, por cercanía, para tienda de la esquina.

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