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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música

Jonathan Mallada Álvarez

Lo que bien empieza

El piano de Jorge Luis Prats y la OSPA bajo la batuta de Josep Caballé brillan en la inauguración del ciclo “Seronda”

La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) abría su temporada de abono ante un público numeroso que terminó agradeciendo con múltiples aplausos el nivel demostrado por la orquesta a lo largo de toda la cita musical. El inicio de este ciclo otoñal contaba con un programa atractivo llegado de la lejana e invernal Rusia y ofrecía el equilibrio justo entre el concierto, con protagonismo del solista Jorge Luis Prats (piano), y “La Consagración de la Primavera”, toda una prueba de fuego para la sinfónica.

El “Concierto para piano número 1 en si bemol menor, op. 23” de Chaikovski posee una estructura convencional basada en los tres movimientos rápido-lento-rápido, en una estética virtuosa de cierta reminiscencia a los grandes intérpretes de este instrumento como Liszt o Rachmaninov, pero que encierra también momentos de un lirismo apabullante, dignos del mismo Chopin. Estos últimos salieron a relucir en el “Andantino semplice”, gracias a un tratamiento dulce y muy delicado, abordado siempre desde un volumen contenido. Tranquilo e inalterable, y exhibiendo en todo momento una pulsación cristalina, Prats imprimió su sello personal al Concierto evidenciando un nivel técnico superior y conjugándolo con una soberbia musicalidad. En el “allegro con fuoco”, el movimiento más complejo por sus endiablados pasajes, el músico cubano resolvió con brillantez las octavas y los cambios de registro ante una OSPA que, a pesar de mantenerse en segundo plano, rindió a buen nivel.

Las propinas de Lecuona y Cervantes, ejecutadas con sobria elegancia, aunque no exentas de cierto efectismo, se volvieron frescas y sutiles en manos de Prats, y desnudaron la verdadera personalidad del solista, que parecía hacer cantar al piano al mismo tiempo que se divertía y disfrutaba tanto como un público rendido por completo a su magia.

La obra que completaba el programa, “La Consagración de la Primavera”, es todo un hito en la historia de la música. Pero a pesar de su dificultad, la OSPA mantiene su idilio particular con Stravinski, en esta ocasión en una reducción orquestal de McPhee. Fue aquí donde la agrupación asturiana dio un paso al frente y se agigantó bajo la experta batuta de Caballé Domenech, un director que se entiende como pocos con los profesores de la OSPA y que supo mover a la orquesta con flexibilidad, aportando la seguridad necesaria para encarar los incesantes y complejos ritmos del compositor ruso, y perfilando los temas de forma adecuada, con unas dinámicas bien ajustadas. Notable introducción del fagot y vientos a buen nivel, una cuerda homogénea y una percusión precisa para lograr la tímbrica apropiada y dejar un buen sabor de boca en esta obra llena de fuerza y fantasía. El mejor inicio de curso para la orquesta asturiana y sus abonados.

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