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Carmen González Casal

El protagonismo del rey Alfonso II en los 1.200 años de nuestra catedral

Historia de la basílica de El Salvador

Cuando Abd el Malik regresaba de aquella violenta incursión en Oviedo destrozando el templo mandado construir por Fruela en el año 765, no se imaginaba que, en unos cuantos años, Alfonso II —el apodado el Casto y primer peregrino a Santiago— pondría en pie un nuevo templo catedral, añadiéndole al norte la Basílica dedicada a Santa María, con tribuna y panteón real, donde reposan los restos de los monarcas asturianos y, hasta el siglo XI, los del Reino de León.

Tioda, el arquitecto real, tuvo que darse prisa. Aquel otoño del 821 tenía una cita inaplazable: el 13 de octubre tuvo lugar la ceremonia de consagración del altar y dedicación de la Catedral al Salvador y a los Doce Apóstoles. Todo hace presumir que fuese el obispo godo Adulfo —primer titular de la sede episcopal ovetense— quien celebrase el acto litúrgico en rito hispano, continuando con lo que había sido Toledo antes de la invasión musulmana.

También debemos a este Alfonso la llegada a la Catedral del Arca Santa, procedente de Jerusalén. Huyendo de los persas en el 614, va de Palestina a Cartagena; de ahí a Sevilla, para subir a Toledo hasta lograr refugio temporal en el Monsacro, terminando, por deseo del Casto, en la entonces capilla palatina, hoy Cámara Santa de la catedral ovetense.

Asimismo, con Alfonso II inicia su andadura el Jubileo de la Cruz, cuando en el 808 dona a la Catedral la Cruz de los Ángeles y cien años más tarde, en el 908, Alfonso III hace lo mismo con la Cruz de la Victoria. El jubileo giraba entonces alrededor de ambas cruces y no fue hasta 1075, durante el reinado de Alfonso VI, cuando se abre el Arca Santa y se conoce su contenido, convirtiéndose San Salvador de Oviedo en uno de los más importantes relicarios de la Península Ibérica.

Al Santo Sudario, la más insigne de las reliquias que guardaba el Arca Santa por tratarse del velo que cubrió el rostro de Jesucristo al bajarle de la cruz, hay que sumar los restos de los mártires Eulogio y Lucrecia, Leocadia, Eulalia o la hidria de las Bodas de Caná… En fin, son tantas, que nuestra Catedral llega a recibir el título de Sancta Ovetensis por la cantidad de reliquias que conserva. Reliquias que han removido la piedad de miles de peregrinos —especialmente en la Edad Media— que visitan San Salvador de Oviedo para pedir protección e indulgencia en la Perdonanza o Jubileo de la Santa Cruz, que se celebra cada año del 14 al 21 de septiembre.

Desde entonces, año a año, asumiendo en sus muros y trazas la solidez de la Torre Vieja románica, la esbeltez su solitaria torre gótica, los retablos barrocos de la girola, las furias de 1934 o los desastres del 36, la Catedral de San Salvador sigue erguida, vigilante, acogedora, con más de 1200 años de historia a sus espaldas.

El cabildo ha organizado un extenso programa de actividades para festejar este aniversario redondo. El trabajo de su deán, Benito Gallego, para conservar y dinamizar el templo, está siendo impecable. El Consistorio se lo reconoce con una plaza que llevará su nombre. También en este Año Jacobeo el Ayuntamiento trabaja incansable para dejar claro que el origen del Camino está en la peregrinación a Santiago que hizo el Casto saliendo del entorno de la Catedral.

La riqueza espiritual, histórica y cultural de la Sancta Ovetensis es excelente reclamo del turismo religioso, un turismo cultural y de gran nivel, tal y como afirmaba el pasado 19 de septiembre en este periódico Pablo León, director general de Patrimonio del Principado. Que la celebración de estos 1200 años de historia aúne los esfuerzos del Cabildo, Ayuntamiento y Principado para hacer de Oviedo y de su Catedral un foco de cultura, de historia, de religiosidad, que atraiga a miles de personas, como ocurrió en la Edad Media.

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