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Gonzalo García-Conde

Ni sillas ni partituras

“Carion Wind Quintet”, un concepto que desdramatiza la música clásica

Si la música fuese sólo música, algo que va del oído al cerebro provocando emociones, no tendría sentido atribuirle ninguna estética preconcebida. Pero si, por el contrario, reconocemos, como así es, que la música también tiene sus escenarios, sus ornamentos y su componente visual (muy especialmente en directo), entonces debemos dejar que esas imágenes se renueven, que se adapten o, al menos, consentir que se reinterpreten. Sin perder la esencia musical, claro.

Ni sillas ni partituras

Esa es la premisa de CIMCO (Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo) una nueva apuesta de la Fundación Municipal de la Cultura que pretende dar nuevos aires a la clásica sin entrar en conflicto con la oferta tradicional, ya de por sí excelente y variada.

El “Carion Wind Quintet”, que el martes reunió a casi cuatrocientas personas en la Sala de Cámara del Auditorio Príncipe Felipe dentro de este programa, es una de las formaciones de música clásica más premiada, reclamada por los mejores festivales y programadores del mundo. Su filosofía, ni sillas ni partituras, es una apuesta escénica que pretende eliminar las barreras visuales y, con ellas, las mentales que encorsetan a la música clásica y la alejan de muchos tipos de público. Las sillas representan el inmovilismo. Los atriles y las partituras son una trinchera, una barricada tras la que se parapeta y protege la alta dignidad de la música de cámara. Los miembros del Carrion Wind Quintet optan por suprimir ambos conceptos para entablar un diálogo más abierto con el público. Un espectáculo lleno de humor, guiños de complicidad y calor humano que enganchó con los presentes desde el primer momento.

Es importante no perder la perspectiva de que son un quinteto de viento y madera mayúsculo y perfectamente ensamblado, con un discurso musical muy sofisticado. El programa, un homenaje al Carnaval de Venecia, está planteado en dos partes bien diferenciadas. Arranca con un homenaje al siglo XX con piezas de Stravinski, Ligeti y Carrapatoso. Dentro de este sonido contemporáneo, experimental, no tan conocido y muy cinematográfico, sus movimientos por el escenario y sus pausas dramáticas, que provocaron las risas del respetable, no resultan tan chocantes. Tras el descanso, una vez asumido y aceptado el concepto, ya se permiten revisar clásicos del XVIII: Rossini, Vivaldi, Bach, Liszt, Paganini, un paseo triunfal hasta el “Oh, sole mio” instrumental que sirve de broche a la velada.

Los cinco de Carrion no son los primeros que desdramatizan la música clásica. “Les Luthiers” han llevado la parodia musical al máximo exponente de la excelencia durante más de cincuenta años. Más recientemente, el proyecto Pagagnini de Ara Malikian o el cuarteto femenino “Salut Salon” han causado furor en internet con sus videos desternillantes. Pero el “Carrion Wind Quintet” no llega tan lejos, ni muchísimo menos. Son teatrales, son divertidos y cercanos, hablan permanentemente con los asistentes, entre pieza y pieza, para explicar de la manera más sencilla posible, lo que está pasando musicalmente en el escenario. Pero no son una performance, ni un ballet contemporáneo, ni pretenden ser humoristas. No son un caos organizado, como en algún momento deslizan con mucha gracia. Muy amables, muy simpáticos, pero ante todo y sobre todo, son un quinteto de viento y madera que desarrolla un programa muy bien hilado, rotundo, gozoso y de altísima calidad.

Mi sensación es que Vetusta, la muy noble, muy leal y melómana ciudad, ha aceptado con agrado la propuesta de CIMCO. En el patio de butacas ya se veía otro perfil de público, caras nuevas, incluso primerizos. Los largos aplausos son una buena señal. Tras este pequeño carnaval veneciano al que todos fuimos convenientemente enmascarados, ya quedamos con ganas de la siguiente cita, que será un homenaje a Piazzola a cargo del acordeonista Bartosz Glowacki para celebrar el centenario del genio argentino.

Los de Carrion han sacado las sillas y las partituras de un concierto de música de cámara. Se han movido por el escenario, han sonreído y provocado risas. ¿Esto le supone un problema a alguien? La música es de todos, y también entra por los ojos.

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