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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / música

Jonathan Mallada Álvarez

Magia del Concierto de Año Nuevo

La orquesta Oviedo Filarmonía y su titular, Lucas Macías, encandilan al Campoamor en el tradicional Concierto de Año Nuevo

El concierto de Año Nuevo es, en una ciudad como Oviedo que vive la música clásica como pocas, una cita ineludible a la que acuden raudos y dispuestos melómanos y otro público menos habitual (de todas las edades), para disfrutar de la magia musical que irradian los valses de la saga familiar Strauss. En esta ocasión, la velada musical estaba planteada en dos partes bien diferenciadas. La primera de ellas con la inclusión de piezas poco frecuentes en esta cita en un afán de expandir, poco a poco, el repertorio de este evento (en el que se echó en falta algún guiño a la música española) y una segunda mitad donde se congregaban las piezas más populares, conocidas y queridas por el público.

A pesar de un inicio algo tibio en la Obertura de “Guillermo Tell”, la OFIL fue tomándole el pulso a una mágica velada musical, gracias a unas cuerdas notables y unos metales poderosos. El “Vals de la suite número dos para pequeña orquesta” de Stravinski, muy ajustado en su articulación aunque con alguna emisión resbaladiza, y las dos piezas de la “suite de jazz número dos” de Shostakóvich, aportaron variedad y frescura, y tiñeron de luz y color al Campoamor gracias a una sonoridad tersa y aterciopelada.

En la segunda parte la orquesta dio un paso adelante, con mayor solidez y un sonido algo más pleno y redondo. Con gran solemnidad, unos interiorizados cambios de volumen y dinámicas bien trazadas que aportaban variedad en los planos, la OFIL se empleó a fondo en los valses de Johann Strauss hijo (La obertura de “El murciélago”, el vals “Vino, mujeres y canciones” y El vals “Emperador”) hasta zambullirse en “El bello Danubio azul”, con algún desajuste al inicio, pero donde la formación ovetense hizo gala de un lirismo hermoso y unos balances adecuados.

El otro protagonista de la noche fue, sin discusión, Lucas Macías. El onubense ha crecido enormemente como director y se muestra cada vez más cómodo y seguro, algo que se evidenció en el manejo de la orquesta durante todo el concierto, controlando el tempo con brillantez, ejecutando pequeñas inflexiones y ligeros rubatos que aportaban calidez y transmitiendo en todo momento una perfecta sintonía con la OFIL, con la que cumple “tres años de matrimonio”, que parecen más un idílico noviazgo.

La “Danza húngara número 5” (de Brahms) y el can-can de “Orfeo en los infiernos”, de Jacques Offenbach fueron todo un regalo para un emocionado público que se rindió a la interpretación de la célebre “Marcha radetzky”, con el director onubense como maestro de ceremonias. Una forma inmejorable de empezar el 2022: con salud y unidos por la música.

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