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1700, año trascendental para Europa y para España

La catedrática de Historia Marilde García, fallecida anteayer a los 73 años, era una colaboradora habitual de LA NUEVA ESPAÑA. Días antes envió una tribuna al periódico que hoy se reproduce en estas páginas a modo de homenaje póstumo.

Un hecho muy importante de nuestra Historia es que muere Carlos II, último rey de la casa de Austria que reinó entre 1665 y1700. “El Hechizado”, como así se le llamaba, era hijo y heredero de Felipe IV y de Mariana de Austria, bajo cuya regencia permaneció hasta que alcanzó la mayoría de edad, en 1675. Lo que aquí nos interesa es el grave problema sucesorio que ocasionó Carlos II al morir sin descendencia y extinguirse así la rama española de los Habsburgo. El que sería el último Austria propuso bajo testamento que el heredero al trono fuese Felipe de Borbón, nieto de Luis XIV, por entonces todopoderoso rey de Francia. Fue proclamado rey con el nombre de Felipe V y juró su cargo ante las Cortes en 1701. Esto fortalecía a los Borbones en Europa. Rápidamente Gran Bretaña, Holanda y Portugal dieron su apoyo al candidato austriaco, entrando en guerra con Francia y España. De inmediato se desencadenó la guerra de Sucesión española, conflicto político ocurrido en Europa entre 1700 y 1713, que al involucrar a casi todas las monarquías del continente se convirtió en un conflicto internacional.

También tuvo sus consecuencias en España, puesto que dividió a los territorios peninsulares: Castilla se mostró fiel a Felipe V, excepto la gran nobleza, que temía perder poder e influencia ante el absolutismo borbónico. Aquí la guerra reavivó la fragmentación y el enfrentamiento entre Aragón y Castilla. Cataluña apoyó hasta el último momento al archiduque Carlos (hijo menor del emperador austriaco Leopoldo I y aspirante al trono español durante la guerra de Sucesión).

Sin embargo, en la corona de Aragón, especialmente en Cataluña, las instituciones (Generalitat) representativas de los diversos sectores sociales (nobleza, clero y burguesía) y las clases populares respaldaron al candidato austriaco por el temor de las instituciones a perder poder ante las tendencias centralizadoras y uniformizadoras de la nueva monarquía y el mal recuerdo dejado en Cataluña por las tropas francesas durante el levantamiento de 1640. Esto derivó en una guerra civil que duró casi una década. En España la guerra reavivó la fragmentación y el enfrentamiento entre Aragón y Castilla. Cataluña apoyó hasta el último momento al archiduque Carlos. Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas el 11 de setiembre de 1714, fecha que quedaría cargada de significado para la historia del Principado (los 11 de septiembre se celebra la Diada o Día de Cataluña). En el plano internacional las fuerzas estaban bastante equilibradas. Los Borbones se muestran incapaces de derrotar a los ejércitos aliados que apoyaban a Carlos de Augsburgo, pero en 1711 ocurre un hecho inesperado: el 17 de abril muere José I, emperador de Austria, y pasa a ocupar el trono el archiduque Carlos. El peligro para el equilibrio europeo ahora era un Augsburgo. Ingleses y holandeses manifiestan su interés en acabar la guerra. Entonces reconocen a Felipe V como monarca español.

La paz se acabó firmando en los Tratados de Utrecht y de Rastadt (1713-1714), pero a cambio de importantes concesiones a Austria, que se quedó con el Milanesado, Flandes, Nápoles y Cerdeña, y a Gran Bretaña, que recibió Gibraltar (que sigue desde entonces bajo su tutela) y Menorca, junto a privilegios comerciales con la América española, como el tratado de asiento, por el cual España perdía el monopolio del comercio de esclavos, y el navío de permiso (se autorizaba a Inglaterra a enviar un barco al año con una capacidad de carga de 500 toneladas). A nivel interno tuvo también importantes consecuencias ya que dividió a los territorios peninsulares: Castilla se mostró fiel a Felipe V, excepto la gran nobleza, que temía perder poder e influencia ante el absolutismo borbónico. Sin embargo, en la corona de Aragón, especialmente en Cataluña, las instituciones (Generalitat) representativas de los diversos sectores sociales apoyaban al candidato austracista.

Tras Utrecht y Rastadt, Felipe V ya es reconocido como rey de España. Y ante la prepotencia mostrada por el rey francés, el Rey Sol, en 1701 se construye en Europa una Gran Alianza, integrada por Inglaterra, Holanda y Austria. Por su parte, Austria recibía los dominios españoles que aún le quedaban en Italia y Flandes. España había liquidado su antiguo imperio, aunque la lucha continuó en el solar ibérico, pues la resistencia catalana se prolongó hasta 1714 y la de Mallorca hasta 1715.

Ya dueño de la situación, Felipe V acometió importantes reformas en la Administración, inspiradas en el modelo francés. Las más importantes serán las que pasaron a la Historia como los Decretos de Nueva Planta, decretos aplicados a los territorios de la antigua corona de Aragón: se aplicarán a Aragón, Valencia, Mallorca y Cataluña. En estos territorios se suprimieron los fueros y las instituciones, y en cada uno de ellos se estableció un capitán general, sustituto del antiguo virrey, y una Audiencia, al tiempo que se les imponía un nuevo sistema tributario y en el caso de Cataluña se trasladó la Universidad de Barcelona a Cervera y se estableció que las causas de la Real Audiencia se sustanciarían en castellano, en perjuicio del catalán. Solo se respetaban los fueros tradicionales de los vascos y los navarros por haberse mantenido del lado del vencedor.

El año de 1700 da entrada al siglo XVIII, que significará la culminación del proceso absolutista. “El Estado soy yo” es la frase que se le atribuye a Luis XIV cuando este tenía 16 años, pero se duda de su veracidad. Lo que sí parece que dijo, en su lecho de muerte, fue: “Me marcho, pero el Estado nunca morirá”.

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