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Vicente Cue

Crítica

Vicente Cue

Danza del cantante de la voz de estaño

Entretenida propuesta de Les Ballets Jazz de Montréal con temas de Leonard Cohen como punto fuerte

Uno de los personajes más admirados en la ciudad de Montreal es Leonard Cohen, nacido allí en 1934. Por lo tanto el Ballet Jazz de Montreal se puso en contacto con él para crear una obra en su honor. Desafortunadamente Cohen murió en 2016, antes del estreno en 2017. Ahora en la segunda función del Festival de Danza Oviedo, los canadienses nos trajeron “Dance me” la pieza homenaje en la que se van desgranando dieciséis composiciones del cantautor. La mayoría de ellas son grabaciones interpretadas por él mismo.

En 2011 Leonard Cohen pisó el escenario del Campoamor para recoger el premio “Príncipe de Asturias” emocionando con un conmovedor discurso. En la universidad de Oviedo hay una cátedra Cohen.

El espectáculo dirige sus preferencias a impactarnos con atrayentes recursos escénicos, proyecciones y con los acertados manejos de las luces y las sombras. La arquitectura coreográfica, elaborada por Andinos Foniadakis, Ihsan Rusten y Annabelle López Ochoa, se distingue por su ritmo vital antes que poético. No traduce en baile la poesía de Cohen, ya que el frenesí que en general ocurre en escena no plasma la serenidad ni la melancolía de los textos de sus composiciones.

El triunvirato coreográfico utiliza las canciones como telón de fondo mientras elabora un vocabulario reiterativo construido en el lenguaje moderno otorgándole un énfasis importante a la exhibición y revoloteo de brazos y piernas. Los bailarines hacen un buen trabajo mostrando sus habilidades atléticas y acrobáticas. Se incluyen enérgicos impulsos aéreos y por supuesto el excesivo regusto por la contorciones y la gestualidad. La imagen física de Cohen se hace patente solo en silueta, así como cuando los intérpretes visten con su característico traje y sombrero fedora.

Se van creando sugerentes universos mientras, entre otras, vamos oyendo su famosa “Lover, lover, lover” y “Dance me to the end of love”, una hermosa oda al amor de la que se extrae el título de esta representación. El judío de Montreal nos habla de Jesús, de sexo, de amor y de “Suzanne” mientras se ejecuta un dúo en el que la bailarina prácticamente nunca toca el suelo.

En un contrapunto de remanso dos canciones son interpretadas en el escenario. Una es “Hallelujah”. Y en la otra una bailarina canta “So long, Marianne” dedicada a la joven noruega que fue un gran amor del cantante.

La función ofrece una entretenida visión escénica, pero son la solemnes y austeras baladas junto con la carismática voz de estaño de Cohen las que aportan la interiorización en la sustancia sentimental y emotiva.

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