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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

Un lector impuntual

Día del Libro con retraso

El pasado sábado 23 de abril me llegó por redes sociales un chiste tan gracioso como grotesco. Decía: “Si vas a casa de alguien y no tiene libros, no folles con esa persona”. Un chascarrillo breve (variante de una cita de John Waters), de doble y sorprendente registro, diseñado para volar por internet. Es lo que se conoce como un “meme”, término que abomino pero que ha sido definido y aceptado por la RAE desde 2018. En definitiva, se trataba de una manera distinta, muy del siglo que vivimos, de celebrar el Día Internacional del Libro. Fiesta que coincidía con tal fecha.

No soy yo tan tajante como reclama esa chirigota virtual. Me gusta leer, comprar y regalar libros. Me gustó incluso escribir uno, minúsculo y muy personal, que mis primos y mejores amigos celebraron con alborozo y exceso de subjetividad. Reconozco, sin duda, los muchos beneficios que tiene esta buena costumbre de la lectura en el desarrollo personal, intelectual y moral de las personas. Pero no es algo que le guste a todo el mundo, qué le vamos a hacer, y eso tampoco es un drama hoy en día. Vivimos una época con muchos estímulos válidos. Leer es mejor que no leer, sí, pero no expulsaré a nadie de mi círculo por ejercer su libertad individual en este aspecto.

Por otra parte, hace tiempo me enteré de un dato aterrador: en volumen, esta generación del siglo XXI es la que más ha leído y escrito de la historia. Redes sociales, aplicaciones de mensajería y videojuegos son los responsables de esto, en ese fétido universo de anglicismos, abreviaturas y faltas de ortografía groseras y pornográficas que es la red de redes.

Tampoco es Oviedo una ciudad donde se organicen grandes fastos durante esta jornada del Día del libro. Hace unos años me coincidió esta fiesta en Madrid, un día primaveral y soleado paseando por el Retiro, y aquello sí que me pareció impresionante. ¡Venga casetas, venga escritores famosos por todas partes! ¡Venga editoriales de todos los tipos y condiciones, color, ambientazo y gente haciendo cola para conseguir un ejemplar firmado! Pero, asumiendo que en Vetusta ya no somos la capital del reino y que nuestra población y nuestro clima no alcanzan a tanto, siempre me ha gustado esa tradición nuestra de sacar los escaparates a la calle y de convertir el centro en una especie de rastro literario. Mi madre, que nunca tuvo prisa por nada, que ha sido una lectora apasionada y que llenó la casa familiar con libros y estanterías, se eternizaba en sus paseos tal día como el que mencionamos mirando y sobando cada portada y cada título que le llamaba la atención. Yo arrastraba los pies justo detrás de ella copiando maneras y actitudes. Una fecha que disfrutamos juntos durante muchos años. Compartir esta afición hacía más corta la brecha generacional que nos separaba.

Nunca he sido una persona puntual. En eso también me parezco a mi madre. Y este año el Día del Libro me ha pillado con el pie cambiado y he perdido la oportunidad de llevar a mi hija, apasionada lectora como su abuela Ana, a trastear por las calles de la ciudad resobando portadas. Pero como, precisamente, llegar a un sitio a la hora nunca ha sido para mí una prioridad, espero enmendar la falta este mismo fin de semana dando un largo paseo con ella, visitando alguna de nuestras encantadoras (y algunas centenarias) librerías, hasta que encuentre algo que le llame la atención.

Para un lector, todos los días son buenos para volver a casa con uno nuevo para la colección. Y si va usted a casa de alguien y no tiene libros…. ¡Regálele el mío! Es fácil, ameno y para todos los públicos. Y después hágale el amor apasionadamente, si es lo que desea. No pierda la oportunidad.

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