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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

Un cabaret de cámara

La música clásica desde una óptica irreverente

Que la música clásica es la bandera cultural de Vetusta es algo indiscutible. Siempre ha sido así y siempre lo será. Todo lo que se quiera construir a ese nivel en Oviedo debe partir de la base de que tenemos una tradición centenaria con la Sociedad Filarmónica y una Temporada de Ópera poderosa, larga. En ambos casos el currículo es soberbio. Ahí se han sumado la danza, la zarzuela, las jornadas de piano, la Primavera Barroca... Tenemos a la Oviedo Filarmonía, a la OSPA, el Conservatorio. Disfrutamos de tres espacios muy principales, como son el Teatro Campoamor, el Filarmónica y el Auditorio.

En este escenario idílico, donde todo lo nuevo y lo distinto que llegue lo hace a mayores de lo que hay, no es de extrañar que surjan figuras como Cristina Gestido, un talento panmusical que alcanza lo sublime a través de la viola y que no ha pasado desapercibido fuera de nuestras fronteras. Alumna del Royal College of Music londinense, con asiento en la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, colaboradora de la Royal Opera House Covent Garden, entre otras, ha tocado con Sting, compone, arregla, graba, mantiene vivos varios proyectos musicales de todo tipo... Es difícil resumir su hoja de servicios sin atentar contra sus méritos. Además de todo, se niega a romper sus vínculos personales y profesionales con Oviedo.

A raíz de unos diálogos de Gestido con la Fundación Municipal de la Cultura sobre un proyecto de residencia en el Auditorio surgió la idea de crear una programación clásica en pequeño formato que fuese muy accesible a nuevos tipos de público. El plan era romper los estereotipos y maridar la música con otros ingredientes. Un poco de burlesque, tango, danza, poesía, teatralidad, nuevas tecnologías, otro poco de didáctica camuflada y mucho sentido del humor. Con ese espíritu nació el Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo.

CIMCO ha clausurado esta semana su primera edición con un concierto de la mezzosoprano Sandra Ferrández, a la que muchos recordarán por su reiterada presencia en la Temporada de Ópera. Con un espectáculo titulado “De París a Berlín”, la cantante hizo un repaso por la historia del cabaret. Piezas de Eric Satie, Frances Poulenc, Aznavour, Kurt Weill... Entre otras de este genio, la “Alabama song” que no, no es un tema original de "The Doors".

En su afán por desdramatizar la clásica, CIMCO no se ha conformado con la extraordinaria y profunda voz de Ferrández, que se apoyaba en un trío de piano, violonchelo y violín. Vistieron el escenario con boas, una mesa, una botella de licor y alguna otra referencia a las noches de cabaret; escogieron como maestra de ceremonias a Lady Veneno, personaje transformista de largo recorrido y muy premiado del actor Héctor Matesanz; sobre todo, dieron calor y color a la escena con el extraordinario trabajo de iluminación de Rubén Rayán, otro genio local con proyección internacional, cuya permanente pero silenciosa presencia en la ópera, la zarzuela, las Noches Blancas, SACO o los eventos de la Fundación Princesa de Asturias representa un salto de calidad diferencial en nuestra vida cultural actual.

El acercamiento a la música de cámara que propone CIMCO, que a veces roza lo irreverente (lo cual no es ningún pecado), no ha gustado a todo el mundo. Ni tiene por qué. Ha sido aplaudido y criticado y eso está muy bien. El debate es legítimo. La variedad y la profundidad en la oferta no es un problema de las programaciones culturales. Al contrario.

“De París a Berlín”, la última estación de la aventura propuesta por Gestido, ha resultado ser un viaje en el tiempo. Una burbuja de las de pasen y vean. Un cabaret de cámara. Y, como decían en la legendaria película de Bob Fosse, es preferible dejar los problemas a la puerta.

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