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Gonzalo García-Conde

Paraíso capital

Gonzalo García-Conde

El turista globalizado

Sobre el auge de la oferta estival de la ciudad

Es muy guapo ver las caras de los turistas que visitan Oviedo. Caminan despacio, comparten descubrimientos, edificios, estatuas, rincones, plazas. Gustan de escandalizarse ante los pantagruélicos menús que anuncian los restaurantes. Se dejan conquistar por el encanto decadente de nuestra ciudad.

Los pasos que vamos dando los carbayones para atraer a viajeros nacionales y extranjeros (y con ellos sus jugosas divisas, tan necesarias para nuestra supervivencia como sociedad) empieza a dar sus frutos. Hemos tardado décadas en asumir que ya no somos la principesca capital de un paraíso de los recursos primarios. Nuestras posibilidades pasan por el humilde y servicial sector terciario. Pincelada a pincelada, los escenarios cambian.

Recuerdo aquellos largos y tediosos veranos de mi adolescencia encerrado en Oviedo. En aquellos tiempos se me podía considerar un coleccionista de suspensos veraniegos, un gourmet del cate y de la calabaza, un experto sommelier de academias para recuperar asignaturas pendientes. Creo que fui cliente de todas, las más obvias y conocidas, así como otras más familiares o artesanales. Evitaré entrar en detalles. Lo cierto es que, fuera de estos singulares negocios, la ciudad quedaba desierta. Cerraban las tiendas, las oficinas, los edificios públicos, las cafeterías. Cesaba el tráfico. Agosto tenía un ritmo mortecino hasta sus últimas fechas y, de pronto, la urbe despertaba el primero de septiembre, como si nada hubiese pasado, con una explosión de bronceados urbanitas.

Vetusta ofrece hoy unas posibilidades caniculares que le permiten competir con la costa incluso los días de sol: música en la calle, pequeños festivales, cine de verano, la expo de la ópera en Trascorrales, terrazas, comercio, el Bellas Artes organizando actividades y otras iniciativas públicas o privadas, como el recentísimo patio del Espacio Deciversa. Las visitas a la torre de la Catedral serán en lo sucesivo un atractivo delicioso incluso para nosotros, los carbayones: la posibilidad de experimentar esa mirada aérea de nuestra Vetusta que hasta ahora parecía patrimonio exclusivo de Fermín de Pas.

Ya podemos decir que estamos superando, con esfuerzo, esa barrera mental que la palabra "turismo" provocaba en nuestro subconsciente. Esa secuencia de imágenes que incluía a Paco Martínez Soria, suecas en bikini, el turista número 1 millón y la Marbella de fiestas sofisticadas protagonizadas por Gunilla Von Bismark y Jaime de Mora y Aragón. Ahora vemos que tenemos de sobra para atraer un público que está interesado en lo que sí es nuestro, en nuestro patrimonio y en nuestras características. Lo podemos ver en sus caras.

Otro tema la globalización, la pérdida de personalidad. Ante el anuncio de ese autobús turístico, imagino que de los de techo descubierto y megafonía incorporada, me pregunto: ¿veremos el centro urbano infestado de tuktuk, como ha pasado en otras ciudades como Lisboa, donde estos estrafalarios vehículos han robado todo el protagonismo a sus legendarios tranvías? También me preocupan ciertas rutas guiadas muy… imaginativas. Porque, si bien hay guías muy profesionales, en los últimos años he detectado otros que cuentan auténticas burradas sobre la ciudad. Ganas he pasado en alguna ocasión de interrumpirles en plena explicación y corregir los errores y falacias que van soltando por la boca. Pero luego veo esos ojillos emocionados de los turistas y pienso que la verdad estaba muy sobrevalorada en nuestra sociedad. Tampoco es justo conceder a los políticos el privilegio exclusivo de hacer versiones de la realidad.

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