Gabino Diego es un actor tan carismático y tierno, que se ha ganado el cariño del público en su dilatada y emblemática carrera dentro del cine español. Su zangolotino desaliñado y torpe con un enorme corazón y una ingenuidad arrebatadora, es uno de los pilares en los que se basa esta pieza que lleva alternando los escenarios y el cine desde su estreno en 2004. Quino (Gabino) es un escritor de guiones televisivos al que su exmujer ha puesto de patitas en la calle y tiene que vender el piso conyugal. Con esta excusa recibe la visita de los futuros compradores, tres personajes que intentarán sacarlo de la crisis existencial en la que está sumido: Jesús Cisneros, un apuesto abogado y transportista que alterna la vida en pareja con las múltiples conquistas con total naturalidad, Antonio Vico, un psiquiatra que acaba de separarse y se vale de sus artes hipnóticas para manejarle como a un pelele y Josu Ormaetxe, que también ejerce labores de dirección y es el amigo jeta, gorrón y trafullero, que lleva ya cinco fracasos matrimoniales y se aprovecha de la inocencia de Quino. Entre las cuatro masculinidades en liza se desarrolla una trama bastante simple, que va ganando según avanza la función con el buen hacer de unos intérpretes muy duchos en sacar partido a las situaciones disparatadas y que desprenden una química excelente sobre todo en el juego hipnótico del prestidigitador. No faltaron los guiños al público ovetense e incluso alguna frase en asturiano. Aunque la comicidad de la pieza se asienta en una sarta de tópicos sobre la lucha de sexos que resulta ya un tanto antigua, los chistes y pareados, a veces tan zafios como resultones, hicieron las delicias de un público festivo que les brindó una gran ovación.