La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Eva Vallines

Crítica / Teatro

Eva Vallines

El hotel de los líos

Josema Yuste regresa a la programación teatral de San Mateo con la adaptación de una obra antigua de Francis Veber, “L’Emmerdeur”, que han optado por traducir como “El aguafiestas”, que suena mejor, aunque el término se queda corto para designar al personaje de Santiago Urrialde, un auténtico plasta metepatas. Gracias a una escenografía magnífica contemplamos dos habitaciones de hotel contiguas, con balcones practicables, y comunicadas por una puertecita que va a dar mucho juego en la acción. Josema es el rey del vodevil y aquí lo demuestra con un proyecto hecho a su medida. Responsable de la adaptación y supervisor del espectáculo, se intuye que es también el creador de muchos de los gags. Su olfato para la comedia le lleva a interpolar en el original un montón de situaciones grotescas, que si bien pecan de simples, consiguen que el público rompa a carcajadas. En el papel de un sicario eslovaco que tiene que matar a un mafioso que acude a testificar, permanece apostado con un rifle en su ventana, hasta que un pesado suicida de la habitación de al lado, Ramón García (imagínense el sinfín de bromas con el popular presentador) va a chafar todos sus planes. Yuste y Urrialde poseen una química innegable y dominan los resortes del humor con sus dos personalidades contrapuestas. Josema como el frío asesino del Este con serios problemas idiomáticos y Urrialde como el inocentón con baja autoestima y fe en la amistad verdadera, que se dedica a la venta de juguetes eróticos. Completan el reparto con eficacia Maribel Lara, la exmujer de Ramón, Vicente Renovell, su psiquiatra y amante, un poco chusco, el servicial botones Arturo Venegas y el policía que acaba en un armario, Kiko Ortega. Entre confusiones, malentendidos, guiños a la actualidad, equívocos sexuales y terminológicos. transcurre una pieza que alcanza su punto álgido con Josema bajo los efectos de las anfetaminas en una habitación convertida en camarote de los hermanos Marx. El público entusiasmado que abarrotó el Filarmónica celebró con risas y aplausos la función.

Compartir el artículo

stats