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Pablo Siana

Crítica / Música

Pablo Siana

Kantorow, fuego en el camino

El prodigio del "Liszt reencarnado"

No se pudo elegir mejor pianista ni programa para arrancar estas jornadas de la llamada "Temporada del rencuentro" que el francés Alexandre Kantorow (Clemont-Ferrand, 20 de mayo de 1997), un prodigio que comenzó su carrera profesional con solo 16 años para ser el primero de su país en ganar el prestigioso Concurso Internacional Chaikovski en 2019, y que llegaba a Oviedo en su gira con tres compositores "fetiche" donde se mueve con una madurez impresionante y técnica puesta al servicio de unas interpretaciones soberbias, modelando el sonido, recorriendo verdaderos pasajes interiores llenos de puro romanticismo. Los cambios en el programa previsto funcionaron de forma homogénea y dándole un sentido global a un recital que puso al público a sus pies tras una velada intensa además de sentida, llegando a regalar hasta tres propinas (ahora se les llama "encores").

Liszt es un referente para los pianistas por sus exigencias para entresacar de sus obras todos los avances de su época y Kantorow, al que la crítica del magazine Fanfare le ha bautizado como "Liszt reencarnado", comenzaría con "Weinen, Klagen, Sorgen, Zagen" S.179, basado en el tema de la cantata 22 de Bach, la contundencia unida a la devoción por el padre de todas las músicas, inicio de un peregrinaje que el joven virtuoso proseguiría con el Soneto nº 104 del Petrarca, perteneciente a los “Años de Peregrinaje” S.161 del abate, clara reminiscencia chopiniana, pleno de contrastes en una penumbra total que ayudaría a un silencio sepulcral poco habitual en el auditorio, con el piano en el centro del escenario sin mover la caja escénica, iluminado levemente en un rectángulo que impresionaba al escuchar todo lo que de él brotaba en las manos del francés. Sin respiros, con una gama amplísima de matices donde primó siempre la musicalidad, para "redondear" este camino literario con "Après une lecture du Dante", fantasía en el amplio sentido, tres etapas donde disfrutar de la pasión, fuerza y delicadeza de un sonido limpio, trabajado, rotundo y delicado, mimando cada nota, los pedales realzando y dibujando desde su técnica impecable una primera parte poderosa y llena de claroscursos expresivos al alcance de pocos intérpretes de su edad.

La segunda parte finalizaría el recorrido por el húngaro que enamoraba en los salones parisinos con su endiablada técnica volviendo al intimismo y hondura expresivas tras la que podríamos llamar pirotecnia pianística, "Abschlied" que adapta una melodía popular rusa breve y compleja, nuevamente con dualidades bien contrastadas al final de su vida, nostálgica y evocadora, al igual que "La lúgubre góndola", la oscuridad llena de amargura, austeridad frente a la opulencia juvenil, donde el pianista francés enamoraría a los melómanos asturianos, ofreciendo la otra cara de la moneda para reflejar el dominio de la globalidad del piano de Liszt, el ocaso del genio premonitorio de la muerte de Wagner dos meses después de finalizarla.

El peregrinaje pianístico daría un salto sin perder la homogeneidad temática con "Fers la Flamme", op. 72 del ruso Scriabin, el sinfonismo desde las 88 teclas que canta el triunfo del resplandor sobre la oscuridad, acordes sombríos donde cada nota toma cuerpo para ir moviéndose hasta el estallido emocional de Kantorow.

Y sólo podía poner punto final a este tortuoso camino de luces y sombras el otro Franz, Schubert con su Fantasía "Wanderer" (caminante) D.760 que alude al lied homónimo. Un homenaje pianístico al primer romanticismo del que todos beberían, el virtuosismo exigente que canta sin palabras toda la gama emocional en tres movimientos para un solo tema que en manos de Kantorow resultó una verdadera lección interpretativa, deslumbrante, sentida de principio a fin cerrando un recital de verdadero peregrinaje íntimo, donde todo los colores posibles sonaron y brillaron llenos de vida.

Bravos y aplausos más que merecidos para regalarnos una etapa extra del "camino francés" desde un pianismo razonado, pues el lied de Schubert "Letanía" en arreglo del propio Liszt sería el mejor colofón del concierto.

De otro gran virtuoso e improvisador como fue Gyorgy Cziffra, su arreglo del "Vals triste" a partir de una canción popular húngara volvió a impactar y epatar a un público totalmente rendido a Alexandre "el grande", este joven francés que aún tendría fuerzas para seguir emocionándonos con su tercer regalo tras un concierto maratoniano para todo pianista: el final de "El pájaro de fuego" de Stravinski en arreglo de Guido Agosti (1901-1989), el fuego mágico que crea sombras, dando luz y calor además de color. Mejor inauguración para las jornadas de piano imposible.

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