Una plaza con nombre de bibliotecaria
Sobre Carmen Prieto Álvarez-Valdés, figura esencial en la coordinación de las bibliotecas asturianas
He visto una cosa que no creerán, una plaza interior lleva el nombre de una bibliotecaria. Se encuentra en la zona de La Florida, en Oviedo. La bibliotecaria se llama Carmen Prieto Álvarez-Valdés.

Una plaza con nombre de bibliotecaria / Santiago Pérez
Imagino que a la mayoría de las personas les parecerá algo intrascendente, pero para muchos bibliotecarios no lo es. No digo yo que no haya otras calles o plazas dedicadas a gentes del sector, pero es raro por infrecuente.
La propuesta de esa concesión honorífica partió de Carmen Ruiz-Tilve, cronista oficial de Oviedo. La cosa se llevó tan en secreto que Carmen Prieto no se enteró hasta tiempo más tarde, y además de forma casual. En esa plaza, hace años, se envenenó a seis perros con matarratas y los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. Una de sus hijas leyó la información y así se enteró de que dicho lugar llevaba el nombre de su madre. Si la hija se sorprendió no menos lo hizo la madre. Desde el Consistorio en ningún momento le comentaron tal buena nueva, lo cual deja patente la irrelevancia social de la profesión bibliotecaria. Tampoco es nada nuevo.
Pues así y todo, a los bibliotecarios que conocemos a Carmen nos hizo mucha ilusión. No es para menos.
Fue coordinadora de la Sección de Bibliotecas de Asturias y directora de la Biblioteca de Asturias. Retirada hace unos años, fue la profesional, la persona, en la que nos apoyábamos los bibliotecarios municipales. Siempre nos atendía con amabilidad y, yo al menos así lo sentía, con cariño. Junto con el resto del personal del Servicio de Coordinación era nuestro soporte técnico, pero también quien nos escuchaba y aconsejaba en nuestras cuitas profesionales. Esto puede parecer poca cosa, pero para los bibliotecarios municipales, muchos trabajábamos solos, era una figura muy importante.
A partir de los años 80, del siglo pasado, se produjo un cambio sustancial en las bibliotecas públicas asturianas. Era consejero de Educación, Cultura y Deportes Manuel Fernández de la Cera. Se construyeron nuevos edificios, casas de cultura y bibliotecas en un solo inmueble, y se dotaron de personal cualificado. Tras esa puesta a punto se fueron dando los pasos para crear una verdadera red de bibliotecas públicas. Ahí estaba Carmen Prieto.
Aunque hoy parezca imposible, a comienzos de los 90 dio comienzo la informatización de la red con criterios comunes a todas las bibliotecas. Esto que parece sencillo no lo fue tanto. Asturias fue pionera y llegó a tener la mejor red de España. ¡Incluso había dinero para la adquisición de libros y otros materiales! Carmen Prieto, al frente del Servicio de Coordinación Bibliotecaria, impulsó ese proceso tan ilusionante y necesario.
Aquellos tiempos pasaron, hoy la realidad es bien distinta y mucho más triste. Los presupuestos destinados a la red son ridículos.
Una red no se puede crear sin el acuerdo e interés de las partes. La soledad, en la mayoría de los casos, de los bibliotecarios municipales hacía más difícil que fraguase el proyecto, pero con mucho trabajo e ilusión se logró. Con ese fin se crearon unas jornadas bibliotecarias que tuvieron como escenario Perlora, la ciudad de vacaciones, e incluso se desplazaron por varios concejos. Durante varios años esos encuentros cohesionaron al personal bibliotecario y sirvieron para establecer unos vínculos profesionales y personales que redundaron en la mejora de la red –ya sí lo era– de bibliotecas públicas de Asturias. Por razones que no vienen a cuento esos encuentros se acabaron.
Sí, también estaba Carmen Prieto.
Seguramente habrá quienes no den importancia a las bibliotecas públicas, lo siento, cometerán un error. Son uno de los pilares de las democracias. El acceso a la información y el conocimiento es lo primero que controlan las dictaduras, por algo será. La existencia de bibliotecas públicas, y su número, determina la calidad democrática de un país.
Carmen Prieto estuvo en el proceso de modernización de las bibliotecas asturianas y para los bibliotecarios municipales fue nuestra referencia y apoyo. No tengo dudas de que se merece que una plaza lleve su nombre. A los que fuimos sus compañeros, y amigos, nos parece un gran acierto, aunque el Ayuntamiento de Oviedo ni se enterase.
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