Paraíso capital

Ópera de segunda división

Sobre el agravio comparativo que padece la temporada lírica ovetense en los Presupuestos Generales del Estado

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

Resulta que el diccionario de la RAE no es infalible, como siempre defiendo. Se le escapa un matiz fundamental de una de mis palabras fetiche. En las distintas acepciones que recoge sobre el término "cultura" lo define como:

1.- Cultivo.

2.- Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.

3.- Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época y grupo social.

Hasta ahí, todos de acuerdo.

Pero aquellos que nos hemos acercado a la cultura de una manera profesional sabemos que, ante todo y sobre todo, hablar de cultura es hacerlo de política. No en vano da nombre a una cartera ministerial, a otra de consejería de comunidad autónoma y a concejalías municipales. Incluso las embajadas tienen agregados culturales. Y de eso la RAE, nada. Silencio total y cómplice. Un mutismo muy sospechoso, si no un desliz monumental.

Ya dentro de este escenario hay un debate donde, desde mi punto de vista, no debería haberlo, con respecto al tema de las subvenciones públicas a la cultura. Porque existe una corriente de opinión según la cual lo artistico, para sobrevivir, debe ser rentable o, al menos, autosuficiente. Yo, por mi parte, me sitúo en las antípodas de esta forma de pensar. Creo que la sociedad debe derrochar sus recursos en patrocinar cualquier tipo de arte por minúsculo y marginal que este pueda resultar. En un mundo ideal dibujado por mí, la sociedad, cedería una parte generosa de sus recursos para arrojarlos sobre cualquier tipo de manifestación artística igual que las olas azotan la costa durante un temporal. A lo loco, sin medida. La cultura como una prioridad, y al mismo nivel la investigación y la educación nos convertiría en una sociedad invencible. Invertir en ciudadanos cultivados y librepensadores. Ya sé que no va a pasar. Soy consciente de que este extremo de la supersubvención es el opuesto e igual de ridículo que el superliberal y, desde luego, mucho menos posible.

Todo esto viene a colación de las nuevas subvenciones del Ministerio de Cultura que se han publicado recientemente. La Ópera de Oviedo ha visto aumentada su asignación considerablemente, como no podía ser de otra manera por el trabajo que hacen desde hace setenta y cinco años. Sin embargo deben sentirse como uno de esos delanteros que marcan el gol de su vida pero su equipo pierde por 4 a 1 porque también ha aumentado el agravio comparativo con otras programaciones similares en lo que parece el pago a favores acumulados por parte del gobierno central. Bilbao y Valencia consiguen asignaciones brutalmente superiores a las de nuestra Temporada. Mientras que Vetusta hace equilibrios para mantener una programación de vanguardia, promoviendo una cantera de voces, creando nuevos públicos, asentando el género en el siglo XXI y sentando las bases de cómo será probablemente también en el XXII.

No pretendo ser objetivo, soy de Oviedo y de la Ópera de Oviedo. Quiero lo mejor para nosotros. Pero creo que no soy tan parcial cuando veo el trabajo extraordinario que se hace aquí. Ni cuando observo que nuestra región está mucho más deprimida y necesitada de ayudas que Euskadi, Cataluña, Madrid o la Comunidad Valenciana. Quien lo hace mejor y más lo necesita recibe menos por razones de oscuro origen, nada que ver con los méritos.

No sé. Esto de que la cultura sea política no resulta muy favorecedor para las acepciones 2 y 3 del diccionario de la RAE. Se pierde el espíritu.

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