Crítica / Música

El reino de los chelos

Metamorphosen Berlin y sus dos chelistas ofrecen una excelente velada

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

La pureza del sonido bien timbrado es uno de los pocos remansos de paz que perduran en la actualidad capaz de resquebrajar los límites espacio-temporales para mitigar cualquier atisbo de preocupación diaria y alimentar el espíritu. Son múltiples las cualidades que podríamos enumerar de la orquesta de cámara alemana Metamorphosen Berlin (si bien joven, sobradamente laureada) pero la más destacada quedó en evidencia durante los primeros compases del "Concierto para dos violonchelos en sol menor", de Vivaldi, donde los germanos evidenciaron un sonido rotundo, terso en los agudos y profundo en los graves. Bien balanceados, arroparon a Schmidt y Gerhardt, aunque los dos solistas, volaban solos. Para muestra, el Largo de dicha obra: plenitud de matices y una expresividad desbordante que convenció al público ovetense.

En el "Concierto para violonchelo en do mayor" de Haydn, el protagonismo recayó sobre Gerhardt. El chelista exhibió todo su potencial en las cadenzas y manejó con espléndida soltura el virtuosismo y velocidad del Allegro molto final, optando siempre por un sonido presente y sin descuidar en ningún momento la musicalidad y el lirismo. A su arco se soldó una Metamorphosen convenientemente ensamblada en articulación y en las dinámicas, configurando una interpretación fresca, viva y de gran atractivo.

Resulta difícil aportar semejante gama de variedad y de dinamismo con una plantilla tan exigua (sin vientos ni percusión), pero tanto en la "Suite para cuerdas" de Leos Janácek como en las "Tres miniaturas" de Karayev, los germanos supieron amoldarse a las exigencias del guion y, sonando como un solo hombre, desplegaron una excelente riqueza cromática merced a sus timbres subyugantes.

El allegro prestissimo de la "Sonata en sol menor" de Barrière, "Palladio" de Karl Jenkins y el scherzo de la "Serenata para cuerdas" de Dvorák fueron sendos regalos de los músicos a un público entregado a la paz y el sosiego del reino de los chelos.

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