Opinión | Con vistas al Naranco

El caballismo susurra de continuo

Sobre la reapertura del centro ecuestre El Asturcón

Tras empaparme de las excelsas versiones de los ateneístas Albert Camus y Alejandro Villa sobre el poder de los caballos mismos, entristece el regreso al pasado de El Asturcón y yeguadas de triste memoria.

Como no supero proverbial ingenuidad, bien creí que en mi ciudad se habían terminado susurros ecuestres y sus corruptelas. Al menos, en mi tiempo, sustituimos lúdicos Canódromo e Hípica otoñal por piscinas, pistas atléticas y unión sin cruzar vía férrea al Parque de Invierno. Aunque algunos insensatos se confabularon luego durante un fracasado momento a favor del fantasmagórico Oviedo A. C. F. contra el Oviedín, pensaba que los devaneos equinos se limitaban al arte de Manolo Valdés en la Escandalera o a la difusión gráfica del jumento del gran Luis Fernández. Me confundí. Mal lector de Carlos Marx, no supe apreciar que las ideas difícilmente mueren y que la historia de diecisiete años de tragedia económica caballar rumiaría como farsa.

Mi primera tentación era la de recurrir, previa solicitud de notificación expresa tal ovetense perjudicado, pero mi inicial impulso puede esperar nuevos hitos administrativos en ese itinerario trillado para rehabilitar pencos y estiércoles. Confío, sin embargo, que sea excesiva la boutade dialéctica, iocandi causa, del concejal Rosón de despertarnos con yeguada nominada Teverga.

Para mayor insulto social alguien ha tenido el mal gusto de anunciar el nuevo concurso caballar y la correspondiente escandalosa subvención coincidiendo con medalla a la Fundación Padre Vinjoy. ¿No estarían mejor empleados esos miles de euros públicos en ayudar a personas con discapacidad –¡olé por el cambio de terminología constitucional!–, que a piensos de guardería ociosa?

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