Un amigo y un gran ovetense

Alfredo Canteli

Alfredo Canteli

Hay personas que, en sí mismas, representan la esencia de una ciudad. Federico Álvarez, buen amigo, buen padre, buen vecino, era una de ellas. Es triste decir adiós a alguien que ha formado parte de tu vida para mejorarla, pero ante la llegada de lo inevitable, de esa muerte que a todos nos iguala, me siento obligado a recordar a Federico con alegría y con el orgullo de haber mantenido su amistad durante décadas.

Nos conocimos muy jóvenes, cuando yo me alojaba en una pensión cercana a La Mallorquina, y desde entonces mantuvimos una cordial y animada relación de la que conservo excelentes recuerdos. Federico era un hombre entregado a sus negocios, que ya forman parte de la historia comercial de la capital de Asturias, pero nunca descuidó ni lo más mínimo su entorno familiar y su extenso círculo de amigos y conocidos. Gran emprendedor, con visión de futuro, con una extraordinaria capacidad para relacionarse con todo el mundo con simpatía y amabilidad, fue también un enamorado de Oviedo, logrando esa maravillosa simbiosis que alcanzan algunos elegidos, que acaban siendo sinónimo y representación de su ciudad. Todo un personaje, en el mejor sentido del término.

Su esposa, Angelita, y sus hijos –Federico, Joaquín, Francisco, Carlos y Ángela– disfrutaron de un esposo y padre que los colmó de amor y atención. Deseo de todo corazón que el cariño de todos sea un consuelo para su pérdida.

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