Pancartas olvidadas

Sobre la breve vigencia de los carteles y los eslóganes electorales

Como sé que este artículo, a toro pasado, no va a ningún sitio, no me importa que no lo lea nadie porque… ¿a quién interesará que diseccione el diseño y la forma de carteles electorales que ya están censados en vertederos de reciclaje, en rincones olvidados de nuestros recuerdos?

Las responsabilidades que la vida me propina desde bien temprano, especialmente en el mes de Mayo, con Comuniones, Campamentos, Cofradías, y eventos varios, no me habían permitido observar con detenimiento las calles engalanadas con los diferentes afiches ideológicos y, para cuando llegaba a casa ya bien entrada la noche, el cansancio y la falta de luz entorpecían mi obligación como ciudadano. Además, recordando el sabio refrán de que por la noche todos los gatos son pardos, la mejor opción siempre era desviar la mirada y… a otra cosa.

Fue el mismo domingo electoral, al caer de la tarde, cuando tuve la revelación. Les prometo que yo solo salí a por un cuarto de pan al bar de la esquina cuando me topé con todos ellos expuestos en paredes alicatadas, en farolas y cartelones publicitarios, desdibujándose ajados, pintarrajeados, burleados por los viandantes de la noche ovetense.

Desde sus alturas de prepotencia distante, ubicación esta que no les disgusta en demasía (a unos más que a otros), parecían desgranarse del polipropileno las letras compositoras de eslóganes con pretensiones lapidarias que ya son pasto del olvido… frases que caían al asfalto para ser pisoteadas y sepultadas.

No me dedico a la publicidad así que no puedo desentrañar cómo son los vericuetos imaginativos que desembocan en consignas ansiosas de enamorar a tipos como yo, deseosos de idilios eternos pero, si lo que pretenden es embaucar mi convencimiento o nublar mi razón les aseguro que no lo conseguirán con un lema fácil acompañado de caras demasiado retocadas y falseadas, que viran del semblante victorioso a la mueca victimista.

Las ocurrencias léxicas y semánticas que cada cuatro años, más o menos, nos regalan unos y otros pueden ser objeto de colección. Lo mismo que hay gentes que atesoran recortes de esquelas porque les resultan graciosas o sorprendentes… ¿por qué no entretenerse en compilar rótulos de carteles electorales? No pretendo ser exhaustivo, y mucho menos partidista, no es tiempo de cogérsela con papel de fumar; me bastan algunos más llamativos y torpes. Y es que los hay de toda índole: simpáticos, breves, prepotentes, con ínfulas, tímidos, inclasificables, valientes, vacíos, cínicos, irónicos…

Esta primavera los ha habido en fuerte competencia ganadora: «Llegó el momento de Asturias». La afirmación es de un partido ganador que lleva gobernando más de 10 años. Y digo yo: ¿no había llegado ya? Y si no había llegado ¿dónde se había quedado? Acaso es el término «momento» el que me despista ¿ese momento no es el mismo de hace 11 años o una clasificación atemporal?. O ese vota lo que piensas, como poniendo en duda nuestro criterio y nuestra libertad. O el vota Asturias, de una totalidad nacionalista demasiado vacía de significado.

Menos mal que ya ha pasado, saldré a comprar el bollu preñáu, me pondré en modo romería y me dedicaré a lo que sí me ilusiona, a buscar un paraje idílico en los alrededores de la ciudad; visitar a la Virgen de la Esperanza y celebrar la fiesta de la Balesquida, que ésta nunca falla ni defrauda.

Suscríbete para seguir leyendo