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Manuel Gutiérrez Claverol

Vestigios bélicos en Vetusta

Varios edificios ovetenses conservan impactos de proyectiles

La Revolución de Octubre de 1934 y la posterior e infortunada Guerra Civil dejaron huellas persistentes en bastantes construcciones, al ser Oviedo uno de los escenarios más importantes de ambas conflagraciones. El concejo custodia la mayor parte de los objetos belicosos asturianos (está catalogado un centenar y medio entre búnkeres, casamatas de artillería, galerías o nidos de ametralladora y fusilería), especialmente debido a la crudeza de sublevación del año 36 y al intento del bando republicano de tomar la ciudad en manos de las insurrectas tropas franquistas, llamadas entonces nacionales.

Son varios los inmuebles capitalinos que muestran las cicatrices de aquellas barbaries sin sentido, pero en dos iglesias, San Pedro de los Arcos y San Juan el Real –ambas según trazas del arquitecto logroñés Luis Bellido– son perceptibles obuses incrustados en sus fachadas que no llegaron a detonar.

En la iglesia de San Pedro de los Arcos, inaugurada en 1910 y heredera de una capilla de la época visigoda, fueron dos los proyectiles que impactaron sin explosionar. Uno de gran calibre está alojado en el muro del primer contrafuerte de un lateral de la fachada principal, perforando un gran sillar de caliza rojiza, material con el que está construido el oratorio. En el frontal, de estilo neorrománico, permanecen las huellas de varios impactos que sí deterioraron el edificio.

Parteluz de la Casa de la Rúa.

La orientación de la gruesa munición, permite inferir que las baterías responsables de los disparos estaban emplazadas en la zona de Sograndio, donde todavía se puede observar algún búnker y numerosos nidos artilleros de las posiciones logísticas allí instaladas.

El incidente aconteció durante los sucesos del año 1934, ocasionando abundantes daños, tanto en el exterior como en el interior del templo, llegando a incendiarse los archivos parroquiales.

Algo similar ocurrió en la basílica de San Juan. Erigida en 1915, también se encuentra incrustado en ella un obús en lo alto de su fachada principal, próximo al remate central coronado por la Cruz de los Ángeles, algo por debajo donde se encuentra el serafín derecho, según se mira. Los expertos en balística opinan que se trata del proyectil de un cañón alemán de 77 mm., empleado por el bando republicano durante la Guerra Civil, y cuya trayectoria señala que fue disparado desde el Cristo de las Cadenas. Se especula que pifió la espoleta y que aún almacena la carga activa.

Un obús incrustado en un muro de San Pedro de los Arcos.

Sin embargo, es extensa la lista de edificios carbayones que muestran huellas de impacto de los proyectiles disparados por armas de fuego en las contiendas de los años 30 del pasado siglo. Si observamos las fachadas nobiliarias nos sorprenderán dos que están muy afectadas: la casa de la Rúa y el palacio de Camposagrado, a las que siguen el histórico de la Universidad y la Catedral.

Sin duda, el predio más afectado es el palacio del marqués de Marcenado –más conocido como la "Casa de La Rúa"–, considerado como el más antiguo que se conserva en la ciudad ya que fue mandado construir a finales del siglo XV por Alonso González de la Rúa, contador de los Reyes Católicos, pasando más tarde a ser propiedad del marqués de Santa Cruz de Marcenado. Resistió, gracias a sus esbeltos sillares de caliza cretácica, el incendio más catastrófico que arrasó el casco urbano, originado por las brasas de un horno de la calle Cimadevilla en la Nochebuena de 1521, o sea, ocurrido hace ya la friolera de cinco siglos. Pasado bastante tiempo de aquel nefasto siniestro, que representó el final de nuestra particular Edad Media, Vetusta se vio inmersa en los aludidos conflictos de guerra. Su sobria fachada, un bello ejemplo de arquitectura a caballo entre fortaleza y palacio, muestra una cantidad enorme de impactos de bala, cuya cifra rebasa los 300. Los balazos se dispersan por doquier, pero se concentran en las inmediaciones de la ventana que muestra un original parteluz cruciforme.

Detalle de una enjuta del patio de la Universidad.

Ocurre algo parecido en el palacio del marqués de Camposagrado, actual sede del Tribunal Superior de Justicia del Principado de Asturias. Esta espléndida mansión, levantada en la primera mitad del siglo XVIII para José Manuel Bernaldo de Quirós (III marqués de Camposagrado), según planos del arquitecto Francisco de la Riva Ladrón de Guevara –autor asimismo de la fachada y piso superior del claustro catedralicio–, exhibe tanto en la fachada que asoma a la plaza Porlier como la de la calle San Juan, frente al palacio de Valdecarzana, un buen conjunto de balazos. En el frontis que avista a la plaza, son más frecuentes en su parte inferior, arquitectónicamente la más barroca, donde se han contabilizado más de 200 impactos, agrupados en la parte izquierda a la entrada de la puerta enmarcada con moldura de orejas.

No obstante, en el frontispicio que mira al aledaño palacio de Valdecarzana las señales están reunidas en el piso alto, más clásico y sobrio, en el entorno de la pilastra inmediata al escudo blasonado.

La Universidad, construida por voluntad testamentaria del inquisidor general y arzobispo de Sevilla Fernando Valdés Salas –en base a un proyecto de Rodrigo Gil de Hontañón– fue inaugurada en 1608 con un estilo clasicista, donde sobresale un friso con triglifos y discos con rosetas, una portada adintelada flanqueada por columnas dóricas estriadas sobre plinto y la torre campanario que pone un cierto toque de ornato. Aunque el inmueble ha sido objeto de varias restauraciones, de manera especial a partir de la revolución de 1934 y la subsiguiente guerra que la dejaron en estado ruinoso, se pueden atisbar frecuentes impactos balísticos en sus crujías, en la principal se cuentan unos 180. Pero donde son muy espectaculares los vestigios es en las columnas toscanas y los arcos que sustentan de la parte inferior del patio y, en menor grado, en la zona adintelada de la planta superior.

Remate de la fachada de la iglesia de San Juan el Real, con otro obús.

La Sancta Ovetensis, así nombrada en base a la calidad y cantidad de las reliquias que atesora, tardó tres siglos en edificarse finalizando el grueso de la obra en el siglo XVI, aunque luego se añadieron diversas capillas anexas a las naves laterales. Como es sabido, contiene estructuras arquitectónicas que van del Prerrománico (Cámara Santa) hasta el Barroco, pasando por el Románico, Gótico y Renacentista. En el siglo XX sufrió desperfectos catastróficos, siendo muy notable la bestial deflagración con dinamita de la Cámara Santa en las algaradas del 34. Tampoco se libró la torre gótica de las barbaridades humanas durante la posterior sedición recibiendo multitud de cañonazos que llegaron a destruir la flecha de la torre, que ya había sido destrozada por rayos eléctricos en 1575 y 1723. Todavía se pueden contar más de un centenar de impactos en el frontis principal.

Aparte de los casos mencionados, no quedaron incólumes del fuego fusilero y de las armas automáticas el Ayuntamiento (donde aún se aprecia un centenar de impactos de bala), el palacio de Malleza-Toreno (unos 70), la fachada de la Vicaría de Las Pelayas (cerca de 70) y, en menor cuantía, se observan igualmente en las iglesias de La Corte y San Isidoro y en los palacios barrocos de Valdecarzana-Heredia o el antiguo Hospicio.

Para rematar el escrito parece oportuno referirse al popular aserto del filósofo y ensayista George Santayana: "Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo".

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