Crítica / Teatro

Sacarino y chaplinesco

Eva Vallines

Eva Vallines

Tras el éxito de "Recuerdos", Adrián Conde vuelve a evocar como nadie una atmósfera cinematográfica llena de ensoñación y nostalgia en "Check-Out". Cual pirata a bordo de una nave formada por el carrito de las maletas de un hotel antiguo, sin palabras y a ritmo de los timbrazos de recepción, Adrián luchará por ordenar, colocar y distribuir un montón de maletas que adquieren vida propia en una sucesión de gags de magia, clown y comedia visual. Caracterizado como un botones Sacarino de andares chaplinescos y con el atolondramiento catastrófico de Mr. Bean, el actor nos transmite el frenesí de su intensa jornada laboral, que no deja tiempo para la conciliación familiar, ni para comerse unos espaguetis entre llamadas del director y exigencias de los clientes, que solo se ven interrumpidas por breves pausas para dar el biberón a un bebé que llora en el baúl que hace las veces de hogar. Los números de malabares con las maletas y los juegos de prestidigitación que conjugan el humor y la sorpresa como sus principales bazas hacen que este espectáculo encandile a todos los públicos. A un ritmo cada vez más frenético, este botones entrañable y despistado, que va dejando zapatos por las maletas y nos sorprende con bombillas, perchas, trajes, conejos, pájaros y paraguas animados, ve cómo su despiadada jornada le lleva a un "burnout" de libro, que le hace replantearse su vida en un final liberador que nos invita a reflexionar sobre el eterno dilema de trabajar para vivir o vivir para trabajar. Una comedia entrañable en la que Adrián hace gala del artista total que es cosechando risas y aplausos en el Filarmónica.

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