Lola Lucio, barco, poesía y un legado infinito

Emocionado homenaje en el Fontán, con poesía y cariño sin límites, a uno de los faros culturales de Oviedo en las últimas décadas

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

¿Se puede medir la trascendencia de un vecino en la vida de su ciudad? Si hablamos de Lola Lucio el sí es rotundo y las magnitudes, sobresalientes. El acto de homenaje a uno de los faros culturales de la ciudad en las últimas décadas, fallecida el 15 de abril, estaba condenado a ser emocionalmente difícil para aquellos que la conocieron. A ella, compañera que fue de otro motor incansable, Juan Benito Argüelles, se la reconoce como impulsora del premio "Tigre Juan" y entre los fundadores de Tribuna Ciudadana y el Círculo Cultural de Valdediós. Fueron ambos colectivos los que abanderaron el merecido acto de homenaje a Lola Lucio ayer, en la Biblioteca "Ramón Pérez de Ayala", en el Fontán. Así que Pedro Sánchez Lazo, al frente de la una y Martín Caicoya, responsable del otro, herederos por tanto del legado de Lola, ejercieron de anfitriones y amigos.

Dicho lo más importante, parece estar dicho todo. Lola hizo esto, hizo lo otro, y era una persona así y asá. Pero los que asistimos al acto descubrimos que era como el canon musical, que en su infinita repetición siempre descubre una arista nueva que la diferencia de la anterior.

De esta manera, el periodista José Manuel Vaquero, consejero de Prensa Ibérica Media y exconsejero delegado de Editorial Prensa Ibérica, la recordó como una niña inquieta que llamó su atención y se convirtió en mujer interesantísima, la perfecta anfitriona. Y aportó como prueba los versos de Goytisolo que rezaban "quiero que me declaren irresponsable, y que me adopten Juan Benito y Lola…". El poeta José Luis García Martín, que también acudió a la cita a leer poesía, resaltó los tres regalos que, entendía, le hizo Lola personalmente: conocer al Ángel González humano, el fervor por Víctor Botas y los encuentros de poetas de Valdediós.

Consuelo Vallina, pintora, quiso echar luz sobre el amor que unía a Lola con las artes plásticas y recordó que tenía obra de Galano, Carlos Sierra, Úrculo y dibujos de Rafael Alberti entre otros muchos. Y la pianista Penélope Aboli quiso pedir que, en vez de echarla de menos, sigamos aprendiendo de ella.

Entre unos y otros, las poetisas Virginia Gil Torrijos, Caterina Valdés Pozuelo y una jovencísima Dalia Alonso iban leyendo versos, propios o ajenos, que sabían eran muy del gusto de Fernández Lucio.

Paloma Berros, su íntima amiga, empezó con fuerza su elogio pero poco a poco le pudo la emoción, el recuerdo de la infinita lista de amigos perdidos y los años dorados. Hizo el dibujo de una mujer a la que no le gustaba figurar, sino trajinar en la bodega. Que creó una tribu. Que, junto a Juan Benito, entendía la cultura como algo gozoso, gratificante y divertido.

Susana Rivera, viuda de Ángel González, no quiso faltar y acudió en forma de grabación de vídeo. Porque quería decir que para ella y para Ángel, Oviedo eran sus amigos. Hizo un homenaje a las jornadas gastronómicas, a las citas alcohólicas, a las fiestas de prao... Antes de recordar que Lola era la única que la había apoyado a la hora de crear una institución en recuerdo de Ángel, y que no les había importado fracasar juntas, el periodista Juan Neira redundó en la verdad entusiasmada de la vida y en el apostolado de la cultura. Ramón García Mateo celebró como poeta su pasión compartida por Goytisolo y el haber tenido la oportunidad de dormir en la misma cama que Ángel González. Barbara Fernández Barrio habló de su tía Loli, a la que injustamente habían llamado Dolores. Juan era el capitán, dijo, pero ella era el barco. José Luis Prado centró la imagen siempre generosa de su amiga Loli en el concepto filosófico de sus croquetas cuadradas, diseñadas así para dar de comer a un regimiento. Javier Gámez, directivo de Tribuna Ciudadana, y su presidente Sánchez Lazo coincidieron en el acierto de homenajearla con un paseo en el Campo San Francisco. Diego Medrano cerró el turno de intervenciones de tantos amigos elogiando la escuela de bondad, su concepto irrenunciable de cultura práctica, su capacidad para señalar el mérito allá donde se produzca, y terminó una intervención muy divertida con una cita de Sánchez Ferlosio: "Lo propio del hombre no es medirse con otros hombres sino ocuparse de los asuntos".

Y en toda esa apasionada sucesión de repeticiones: generosa, apasionada, divertida, anfitriona... Nos contaron la vida de una mujer de aúpa, que vivió en Oviedo y que aportó riquezas incalculables a la ciudad.

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