Opinión | Con vistas al Naranco
Pla, sempre Pla
El escritor fue un personaje poliédrico divinizado en Cataluña como Francisco Cambó
"El meu poble és un poble com tants n’hi ha, té les qualitats i els defectes que hom li vulgui concedir". Josep Pla
Un verano ha mucho revoloteé las cercanías gerundenses de Josep Pla, cuya presencia sentía la comarca, su comarca o veguería. Mi amiga Carmen Kurz, traductora de Céline, que también habitaba la zona, utiliza diversos topónimos que a veces despistaban. Como estoy bajo la grata influencia escribidora de Nacho Gracia Noriega, loco egregio que hubiera coronado Vallejo Botas, acérrimo de Pla, tuve la tentación de pedir audiencia en la Casona, o Masía, pero como antes me había sucedido con Doña Emilia, la viuda de Madariaga, en la helvética Locarno, que me había escrito "venga a verme que ya queda poco", lo dejé para otra vez resultando ya jamás. En mis tertulias carbayonas de Casa Tuto, Babilonia, Jena, Noriega o Rialto, Pla casi resultaba desconocido y sigue apenas leído para un amplio nosotros, reino de la catalanofobia y sus letras, digo lletres. Omisión de Pla que no hacían simultáneamente los artistas y escritores de La Quintana (Sierra, Alba, Del Hoyo, Gracia, Garsabal...). También mantiene a Pla positiva y favorablemente la generación heredera del legendario Café Oliver. El arqueólogo Miguel Ángel de Blas tuvo la dicha de interrumpir sus obligaciones castrenses en el CIR de Cataluña (Sant Climent Sasebas) con un par de visitas a Pla en su medio de la Masía y su proverbial locuacidad.
Pla fue ágrafo a tres herramientas: la máquina de escribir, el automóvil y el teléfono, con el que sí o sí, contradictoriamente, llegaban a Barcelona sus fantásticas crónicas madrileñas. Por otra parte, biografió a varios parientes de los míos, Fontana (Hidalgo o Puget). Así "Un señor de Barcelona" es Rafael Puget y su hermano Jacinto, "Un senyor de Terra del Foc". Mis queridas primas guardan foto del patriarca Fontana con Pla.
No comprendo del todo cómo Pla y, a distinto nivel, Francesc Cambó fueron franquistas. Lamento haber desaprovechado misión europeísta a los centros norafricanos de emigrantes junto a Ignasi Guardans, nieto del varias veces catalanista ministro de Alfonso XIII, para saber de esos poliédricos personajes, Cambó y Pla, divinizados en Cataluña.
A mi hija, que escribe tanto o más que yo, le insisto en que Pla se marcaba la permanente búsqueda del adjetivo. El ampurdanés doma la maldita adjetivación. Alarcos, ¡siempre grande!, sostiene que anteposición o posposición del adjetivo depende del hablante. Pla era, mejor, es, ¡un maestro!
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